Desdramatiza y desinhibe. Llega hasta el corazón doloroso de una verdad y la desnuda con una sencillez asombrosa. Bajo el efecto de la risa, el dolor duele menos. Aunque la realidad siga ahí, inmutable, se hace menos duro abordarla cuando la mirada es más optimista.
A veces es una estrategia negadora y defensiva, que permite evadirse de situaciones que angustian. Pero el humor inteligente y audaz no duda en aceptar el conflicto, ayudando a enfrentarlo sin tanta solemnidad. Y el conflicto se ablanda.
Con la idea de demostrar el valor del humor como herramienta terapéutica, un equipo del Centro Argentino de Psicodrama Psicoanalítico participó esta semana en el V Congreso Argentino de Psiquiatría, que se realiza en Mar del Plata. Bajo la consigna de humanizar la psiquiatría, la doctora Nélida Sakalik, directora de la institución, coordinó las presentaciones.
"Con técnicas psicodramáticas que incluyen la comicidad es más fácil aceptar los problemas e iniciar un cambio personal que facilita el inevitable proceso de enfrentarlos -dice Sakalik-. En los grupos terapéuticos los pacientes adquieren herramientas para resolver lo que se puede resolver y asumir aquello que es inmodificable."
El psicodrama tiene un poder terapéutico similar a la escritura: permite reescribir las historias y construir universos a medida de las necesidades emocionales de cada paciente.
"Mediante juegos dramáticos, cada integrante de un grupo recupera recuerdos positivos, las huellas que distintas vivencias gratificantes fueron dejando en su psiquismo. Si esas huellas no aparecen, porque todo es visto desde una mirada oscura y pesimista, lo inducimos a las crearlas. Construimos un camino más transitable, las huellas por donde seguir caminando con menos sufrimiento", explica Sakalik.
Se trata de un juego que, en el acto mismo de jugarlo, deja de serlo, porque adquiere la consistencia de una realidad. De hecho, hace tiempo que la neurobiología descubrió la capacidad humana para engañar a su propio sistema nervioso, que en un punto es incapaz de discriminar entre realidad y ficción. En ocasiones basta una visualización o ensoñación dirigida para provocar efectos específicos sobre el organismo. El psiquismo al parecer también es capaz de incorporar como real construcciones imaginarias, haciendo posible la génesis de un mundo interno más contenedor y habitable.
Pero a no confundir. La realidad existe: es "la roca viva" -al decir de Sigmund Freud-, el punto límite sobre el que uno no tiene poder de acción. La cuestión no es construir una realidad paralela. El desafío es aceptar la existencia de esa roca como límite, pero sin quedarse en ella como si fuese un único árbol, sino animarse a entrar en las múltiples posibilidades que ofrece el bosque. Y hacer un nuevo camino al andar.
El proceso terapéutico se juega entonces en las dos direcciones: "Por un lado a aceptar que la vida es lo que es y que estamos en ella de paso. Pero esto es, justamente, lo que nos lleva a encarar una forma de vida que nos permita aprovechar cada día, que es irrepetible", expresa la psicodramatista. La propuesta es el cambio interior y la acción exterior.
El psicodrama con humor, tal como lo define Sakalik, es un modelo terapéutico grupal particularmente eficaz para vencer múltiples inhibiciones, como el miedo que impide rendir un examen, el temor a enfrentar una entrevista de trabajo o fobias sociales que imposibilitan el encuentro con otros.
¿Cómo funciona?
Un integrante del grupo presenta una situación personal conflictiva. Selecciona a los compañeros del grupo que lo ayudarán a dramatizar esa situación, es decir que el conflicto no solo es verbalizado sino actuado. Posteriormente el coordinador del grupo dispone diversas consignas para facilitar la elaboración del conflicto, por ejemplo relatar historias disparadas por la escena dramatizada, que contengan algún dato humorístico.
Aquello que aparecía como una situación sin salida, que bloqueaba al paciente haciéndolo sentir encarcelado, empieza a fluir. Los participantes construyen una trama de miradas que van configurando un amplio rompecabezas de múltiples alternativas. El hecho inicial se transforma y descubre distintas formas de pensarlo y resolverlo.
Como cierre, cada integrante cuanta cómo resonó en sí mismo la escena dramatizada y las versiones construidas por sus compañeros. El terapeuta hace señalamientos y, entre todos, buscan la verdad que emerge de la dramatización.
Una de las consignas es evitar las interpretaciones duras y los enjuiciamientos. "Cuando te dicen algo de forma desalmidonada y bajo la forma de un chiste, se llega a la verdad, por dolorosa que ésta sea, pero permitiendo que ésta sea más digerible."
"Muchos de mis pacientes me preguntan si les hablo en serio o en broma -comenta la licenciada Patricia Reyno, terapista ocupacional y psicodramatista-. Y yo les contesto que siempre hablo en serio pero con humor. Porque el humor sorprende, aliviana, acerca y distiende."
Pero el final feliz no llega con la verdad. Para que un tratamiento sea eficaz tiene que incluir el pasaje a la acción, es decir que las herramientas aprendidas dentro del tejido protector del grupo terapéutico tienen que ser eficaces afuera, en el bosque. "El secreto no está en analizar lo que nos pasa sino en conseguir los recursos personales para resolver lo que nos pasa", dice Sakalik.
El espacio psicodramático es un laboratorio vivencial que fomenta la creatividad, abre la mirada, enseña a aceptarse y descongela la acción. Sumado al humor, su brújula terapéutica responde a una suerte de modelo matemático: ayuda a cambiar de signo, al convertir lo negativo en positivo.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1121934
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