martes, 14 de octubre de 2008

La conducta, primer signo del Alzheimer

Investigadores argentinos probaron que ocurre en el 45% de los casos
Un estudio del Cemic mostró que el 70% de los que sufren trastorno conductual leve desarrollan demencia
Por Nora Bär De la Redacción de LA NACION Suplemento Ciencia/Salud
Hace diez años, a poco de cumplir los sesenta, el señor De la Fuente comenzó a tener comportamientos extraños. "Había tenido que soportar el retiro voluntario del ferrocarril y la muerte de mi mamá en poco tiempo, y fue como que de repente hizo crack -recuerda su hijo Walter, que es contador-. Entonces, empezó a decir que estaba enamorado de la sobrina de mi esposa, que tenía quince años. No podíamos creer que nuestro padre dijera esas cosas. Además, inventaba fábulas y era bastante escondedor. Nos dimos cuenta de que podía ser un peligro para sí mismo y para terceros. Pasamos momentos muy dramáticos..."
Walter y sus hermanos peregrinaron en busca de ayuda por consultorios psiquiátricos y neurológicos, hasta que descubrieron la verdad: su padre estaba transitando por las primeras etapas del mal de Alzheimer.
A pesar de que generalmente se lo vincula con la pérdida de memoria, un estudio realizado por investigadores del Cemic (y cuya publicación fue aceptada por The Journal of clinical Psychiatry , una de las revistas más prestigiosas de la especialidad) muestra que en el 45% de los casos la primera señal que da esta demencia son, precisamente, los cambios de conducta. Se calcula que el 10% de los mayores de 60 años están en riesgo de desarrollar Alzheimer.
"La Clínica Mayo propuso al mundo hace muchos años el concepto de deterioro cognitivo leve (o mild cognitive impairment , MCI)-explica el doctor Fernando Taragano, primer autor del trabajo, profesor de psiquiatría e investigador principal del Cemic-. Todas las personas que tienen Alzheimer pasan primero por el deterioro cognitivo leve, pero no todos los que tienen deterioro cognitivo leve van a ir al Alzheimer. Pero resulta que nosotros hemos descubierto que hay un subgrupo de personas que, teniendo su cognición más o menos bien, empiezan a mostrar algunos cambios de conducta. Lo hemos denominado y ha sido aceptado internacionalmente deterioro conductual leve o mild behavioural impairment (MBI). Seguimos a 358 pacientes durante cinco años y vimos que el 70% de los que habían manifestado este cuadro terminaron en una enfermedad demencial."
El síndrome de trastorno conductual leve puede definirse como la presencia de un cambio notorio en el comportamiento de una persona de por lo menos 60 años, y que persiste durante por lo menos seis meses, como apatía, agitación, ansiedad, desinhibición, euforia, abandono de la higiene personal, trastornos del sueño, indiferencia, impulsividad, irritabilidad, cambios en la dieta.
"Por ejemplo, una vez me vino a ver la esposa de un ex embajador argentino, hombre muy culto y refinado, porque de repente su marido había comenzado a decir malas palabras -cuenta Taragano-. Un ex miembro de la Corte Suprema de una de las provincias, que seguía ejerciendo su cargo, no tenía problemas de memoria, pero empezó a tomar decisiones extravagantes. Hicimos el examen clínico general, exámenes neurológicos, psiquiátricos, cognitivos y metabólicos del cerebro. En ese estadio, lo que se observó fueron cambios metabólicos: las neuronas estaban sufriendo. Y lo que es más interesante aún: las tomografías o las resonancias daban razonablemente normales."
A diferencia de lo que se da con el trastorno cognitivo leve, que es motivo de consulta del propio paciente, en el trastorno conductual leve los que consultan son los familiares o allegados.
"Hemos descubierto que, si comparamos la evolución de los que se quejan de la memoria con la de aquellos cuya familia se queja de que han cambiado su modo de ser, el trastorno conductual es tan peligroso como el cognitivo, pero conduce mucho más rápidamente a la demencia", afirma Taragano.

Pero la buena noticia es que la detección de estos cambios en el comportamiento permiten hacer diagnóstico e intervenciones precoces.
"¿Por qué adquiere tanta importancia este MBI? Porque estamos viendo que los cambios de conducta responden mejor a la farmacopea disponible que los cambios cognitivos -asegura el especialista-. Hay mucho mejor arsenal terapéutico para ayudar a estas personas que a las que padecen el Alzheimer tradicional. Las técnicas de psicoterapia, conductistas y los fármacos de que disponemos funcionan muchísimo mejor en las conductas que en la cognición. A tal punto, que a veces, cuando tratamos a estos pacientes, se mantienen estables tres, cuatro o cinco años."
Aunque la sospecha existía desde hace mucho, el mérito de este trabajo del Cemic, también firmado por los doctores Ricardo Allegri y Hugo Krupitzki, es haber logrado ordenar el síndrome y probar que el trastorno de conducta, incluso cuando no existen problemas cognitivos, es un indicio precoz de mal de Alzheimer.
Concluye Taragano: "Cuando Pick y Alzheimer describieron las demencias [que llevan sus nombres], hace unos cien años, lo hicieron en personas jóvenes, pero hoy, que mucha gente vive hasta los 80, estos cuadros empiezan a ser muy comunes. Hasta hace algunos años, el principal síntoma de Alzheimer era la pérdida de memoria. Hoy en día, en el 45% de los casos, lo que primero nos advierte que algo malo está ocurriendo son los trastornos de conducta. Estamos viendo que casi la mitad de todas estas enfermedades empiezan con estos cuadros. Está cambiando el paradigma".

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domingo, 12 de octubre de 2008

La actividad física moderada reduce el impacto de la artritis

Una rutina diaria de 30 minutos disminuye el dolor, la ansiedad y la depresión

Noticias de Ciencia/Salud La Nación Viernes 10 de octubre de 2008
Por Fabiola Czubaj De la Redacción de LA NACION

El temor de los pacientes con artritis a agravar la enfermedad, lesionarse o sentir más dolor suele desalentarlos de hacer actividad física. Pero una rutina diaria de 30 minutos con ejercicios de intensidad leve a moderada permite controlar el dolor, la rigidez muscular y la fatiga que produce esa enfermedad crónica que ataca las articulaciones.

No importa cuál sea el tipo de artritis -las más comunes son la osteoartritis, la artritis reumatoidea y la fibromialgia-, una serie de ejercicios específicos que ayuden a mejorar la flexibilidad, la fuerza y la capacidad aeróbica aumenta la independencia de los pacientes y hasta permite reducir el uso de analgésicos para controlar el dolor. El objetivo de complementar con ejercicio la terapia farmacológica para controlar esta enfermedad crónica es reducir la inactividad que causa debilidad, rigidez muscular, obesidad, osteoporosis, hipersensibilidad al dolor, ansiedad y depresión.

"Además de proteger las articulaciones, relajar la tensión, ayudar a controlar el peso y disminuir el dolor y el riesgo de sufrir lesiones, el ejercicio aumenta las endorfinas y la serotonina, lo que mejora el estado de ánimo general en los pacientes durante unas seis a ocho horas. No hay ningún medicamento que tenga todos estos efectos", explicó el doctor Pablo De Caso, integrante del Servicio de Reumatología del Hospital Universitario Austral y entrenador certificado por la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford del programa de manejo personal de la artritis.

Este programa de acondicionamiento físico, que dura 6 semanas para luego ponerlo en práctica en el hogar, se diseñó tras tener en cuenta los problemas más frecuentes que manifestaron 300 pacientes con artritis, en silla de ruedas o que podían caminar, pero que no hacían ejercicio por temor a que se les agravara la enfermedad. La lista, encabezada por el dolor, incluyó: depresión, fatiga, cansancio, reducción de la funcionalidad, mala alimentación y alteraciones del sueño, entre otras.

"La idea es hacer un calentamiento muy suave; luego agregar ejercicios de flexibilidad (sin tirar de los músculos), de fuerza y aeróbicos, como bailar o caminar, para mejorar el funcionamiento cardiovascular y pulmonar. Al final se incorporan ejercicios de estiramiento y relajación", resumió De Caso a LA NACION durante una reunión para promover el ejercicio en pacientes con artritis reumatoidea.

En la experiencia del Servicio de Reumatología del Austral, donde desde el año pasado se usa el programa, el 90% de los 120 pacientes que lo utilizaron disminuyó o dejó de consumir antiinflamatorios. "La combinación de la alimentación sana, la actividad física y la terapia para controlar la enfermedad los ayudó a mejorar la calidad de vida, evitar la automedicación, reducir el gasto en remedios y usar menos servicios de salud", dijo el reumatólogo.

Para Norma de Orué, presidenta de Ayuda Mutua Artritis Reumatoidea (AMAR), que participó de la reunión para pacientes, "la rehabilitación física es tan importante como la medicación para controlar la enfermedad. Pero hay médicos que aconsejan hacer actividad física y hay médicos que no lo hacen".

Norma padece artritis reumatoidea desde hace 38 años y hace 15 fundó el grupo AMAR en el hospital Rivadavia ( www.artritisreumatoidea.org ). "El ejercicio da energía y nos hace sentir en plenitud. Este programa me pareció excelente", dijo después de realizar la rutina de 30 minutos junto con un centenar de pacientes, algunos en silla de ruedas.

En las personas con la enfermedad en remisión, dijo De Caso, están permitidos todos los deportes, mientras no provoquen dolor. En cambio, en las personas con la enfermedad activa, lo más adecuado son las actividades de bajo impacto, como natación, pilates, bicicleta fija o stretching. Hay que comenzar la rutina gradualmente hasta poder repetirla todos los días.
Cuando aparecen dolores o contracturas, se pueden usar los ejercicios de flexibilidad, que no exigen mover la articulación. "Además de mejorar la condición física de los pacientes, esto ayuda a cortar el ciclo de dolor de la enfermedad", finalizó el especialista.

La enfermedad en los jóvenes
En el país, hay entre 5000 y 7000 chicos con artritis idiopática juvenil, una enfermedad crónica del tejido conectivo que se presenta antes de los 16 años. "Si un hijo llora por dolor, deja de hacer actividades que hacía solo, como vestirse, o sufre un dolor persistente o no en articulaciones, huesos o músculos, hay que consultar al pediatra", recomendó ayer la doctora Graciela Espada, jefa de la Sección Reumatología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez en la presentación de abatacept, el primer fármaco biológico aprobado en el país de uso pediátrico.

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