domingo, 16 de septiembre de 2007

El poder del pensamiento en positivo

¿El vaso medio lleno o medio vacío? La mente es demasiado poderosa como para minimizar el efecto de nuestras ideas e intenciones sobre la realidad. De cómo y por qué aquello que pensamos determina en gran parte lo que nos sucede

Domingo 16 de setiembre de 2007 Publicado en la Edición impresa
Noticias de Revista La Nacion

Atrévase: el artículo que usted comienza a leer sólo trae buenas noticias. En línea paralela con los escépticos, los trágicos, los eternos derrotados y aun los nihilistas –aunque sin malgastar energías en el enfrentamiento–, hay mucha gente en el mundo convencida de que todos podemos pensar en positivo y que esto nos conducirá, inevitablemente, a una mejor calidad de vida.

"El optimismo es aprendido –asegura Andrés López Pell, psicólogo, director de la Fundación para la Salud y la Educación (Funsaled) y autor de investigaciones sobre el tema–. Por lo tanto, se mejora a través de distintos recursos, entre ellos, la psicoterapia. Se puede traer un bagaje genético que marque una tendencia o la influencia de aspectos de crianza, pero todo es modificable. El optimismo no es ingenuidad ni fantasía: es un conjunto de expectativas respecto del futuro que nos permite interpretar verazmente la realidad. Si la canoa se está hundiendo, se está hundiendo. El punto es no llorar, sino intentar nadar (o aplicar otro recurso, que siempre existen) para ponerse a salvo."

Hugo Hirsch, director del Centro Privado de Psicoterapias (CPP), dice que ver el vaso medio lleno o medio vacío no es otra cosa que un hábito, y que un hábito es algo que podemos cambiar. "Se puede aprender a ver lo positivo de cada situación –dice Hirsch, un psicoterapeuta de larga trayectoria–. Hay personas que lo logran más fácilmente que otras; existen aquellos que lo hacen naturalmente, pero todos podemos entrenarlo por medio de distintos métodos, por ejemplo, la autoconciencia y el autoconocimiento, aprendiendo a identificar pensamientos negativos y cuestionándolos. Si tenemos en claro la propensión hacia el pensamiento negativo, somos conscientes de la dificultad para ver lo positivo. Es un buen inicio."

La búsqueda del bienestar (o de la felicidad) es una meta que parece haber nacido con el ser humano. Tema filosófico por excelencia –desde los griegos, primer escalón reflexivo de la cultura occidental, distintas escuelas y corrientes sumaron aportes sobre el tema–, su status científico fue sin embargo bastante relegado: hasta podría decirse que ciertas disciplinas arrojaron la propensión humana al bienestar o la felicidad a la estantería de los temas menores.

Beatriz Vera Poseck, licenciada en psicología por la Universidad Complutense de Madrid, escribe que durante muchos años la psicología se centró exclusivamente en el estudio de la patología y las debilidades del ser humano, y que esta perspectiva la convirtió en algo así como una "ciencia de la victimología", como si el estudio de la "parte positiva" de la existencia humana no tuviera (casi) sentido.

Sin embargo, cuando, en 1998, asumió como presidente de la Asociación Americana de Psicología, el psicólogo estadounidense Martin E. P. Seligman, nacido el 12 de agosto de 1942 en Albany, dio un contundente giro al estado de las cosas. Nacía así la psicología positiva.

Un golpe de timón

"Después de 25 años de estudiar la depresión, Seligman dijo basta –explica Hugo Hirsch–. Entonces comenzó a preguntarse por qué había muchos que, en lugar de deprimirse, eran o intentaban ser felices. Advirtió que desde fines de la Segunda Guerra Mundial, o quizás antes, todas las disciplinas vinculadas con la salud mental se habían ocupado únicamente de lo que andaba mal, de recuperar lo roto, por decirlo de alguna manera, pero poco y nada se había investigado para trabajar con lo bueno."

Hirsch plantea que la psicología positiva se orienta al hallazgo empírico de aquellos elementos que contribuyen al bienestar, la felicidad, la realización personal. "Por ejemplo –enumera–, las características familiares que tienen aquellos hogares con niños más sanos, o cómo incide el sentimiento de esperanza en el proceso de curación de las enfermedades. No es una escuela, no hay un único modelo, lo que sí existe es una búsqueda de investigaciones científicas que demuestren cómo es posible que alguien desarrolle una virtud. Se parte de un supuesto: que podemos ser felices, y se busca identificar factores que conduzcan a eso y producir material científico con evidencia empírica que permita que cualquiera los utilice. Por ejemplo, está demostrado científicamente que la actividad física regular mejora el estado de ánimo. Es bien práctico; la información les sirve tanto al profesional de la salud como al lego. Es una reacción al énfasis de más de 50 años de búsqueda de solución de la patología: más que identificar debilidades se busca señalar fortalezas y trabajar sobre ellas. Y es más probable que se consigan resultados trabajando sobre fortalezas que sobre debilidades."

Todo ser humano (sí, cada una de las personas que habitan este planeta) tiene un conjunto de fortalezas personales según Seligman: curiosidad, amor por el conocimiento, pensamiento crítico, ingenio, perspectiva, valentía, perseverancia, honestidad, vitalidad, amor (capacidad de amar y ser amado), generosidad, distintos tipos de inteligencia, sentido de la justicia, capacidad de liderazgo, don de perdonar, modestia, prudencia, autocontrol, aptitud para apreciar la belleza, disposición para agradecer, optimismo, sentido del humor, espiritualidad.

Y en tanto los tratamientos psicológicos habitualmente se focalizan directamente sobre los problemas que aquejan a la persona, Seligman postula que la psicoterapia positiva es una "estrategia de amortiguación", en la que el diálogo con el terapeuta se centra en incrementar las emociones positivas, las fortalezas, en lugar de las carencias. Accediendo a la página web del instituto que dirige, es posible conocer este conjunto de cualidades, además de (previa registración, totalmente gratuita) tomarse autotest y trabajar sobre ellas ( http://www.authentichappiness.sas.upenn.edu/questionnaires.aspx´ ).

"Pero la psicología positiva se vincula también con el concepto de resiliencia –agrega Hugo Hirsch–, que ha sido tomado de la física, y es la capacidad de los materiales de regresar a su estado inicial aunque hayan sido completamente alterados. Pero si lo utilizamos en psicología o en cualquier otra ciencia humana, resiliencia quiere decir más que eso, y es, por ejemplo, la capacidad que muestran las personas, por caso muchos niños, para atravesar circunstancias por demás difíciles o trágicas y salir fortalecidos de eso. Todos estos años aprendimos mucho sobre factores de riesgo. Sin embargo, olvidamos que un factor de riesgo no es necesariamente una condena."

Pensar, un arma poderosa

¿De qué se nutre un pensamiento? Según Andrés López Pell, "lo que se cree de las cosas es muchas veces una idea infundada que se adquirió a lo largo de la vida sin saber bien ni cuándo ni cómo, y que probablemente nunca haya sido sometida a un análisis racional. Seligman afirma que a menudo muchas de las creencias son prejuicios y, por lo tanto, sumamente inútiles. La indicación es tomar distancia de las explicaciones pesimistas, al menos hasta verificar su certeza".

El método propuesto por el creador de la psicología positiva consiste en un diálogo interno con uno mismo que permite discutir (sin intermediarios) acerca de la evidencia, las alternativas, las implicaciones y la utilidad de la creencia pesimista que la persona presenta y que habitualmente es un obstáculo para su propio bienestar. "Uno tiene que actuar como un detective, buscando evidencias de esa creencia", ironiza López Pell. "Aunque se obtengan pruebas que apoyen esa creencia –agrega el psicólogo–, generalmente la realidad estará a favor de rebatirla porque las ideas pesimistas tienen un punto débil: suelen exagerar algún aspecto de la realidad y los hechos pueden poner de manifiesto esas distorsiones, generalmente asociadas a explicaciones catastróficas. Los acontecimientos son siempre multideterminados, y las personas pesimistas suelen aferrarse a las explicaciones más negativas; por eso, la tarea consiste en desechar esa costumbre destructiva y habituarse a generar pensamientos más realistas y lógicos."

Hirsch explica que lo típico del pensamiento pesimista, según Seligman, es considerar: "Lo que me pasa de malo es lo único que me pasa, abarca toda mi vida, va a durar para siempre y yo soy responsable o culpable de eso".

¿Y cómo garantizar que la influencia de los aspectos inconscientes no atenten contra la intención de modificar nuestros patrones negativos de pensamiento? "Durante mucho tiempo –explica Hugo Hirsch– se puso tanto énfasis en lo inconsciente que les hemos restado demasiada importancia a los aspectos conscientes, que son los voluntarios. Pensar en términos positivos nos dispone a que algo salga razonablemente bien. Podemos ampliar nuestro margen de conciencia perfectamente. La felicidad depende más de desarrollar ese margen y, con esa conciencia, hacer algo. Porque de poco o nada sirve entender y entenderse sin autogestión: el autoconocimiento sin autogestión no sirve para nada. Tengo que conocer mis recursos, pero también saber cómo administrarlos."

Más sanos, más longevos

Diversos estudios científicos demuestran que de la mano del pensamiento positivo se suma mejor salud física y emocional. Andrés López Pell explica que una investigación realizada entre pacientes de la institución que dirige junto a Alexis Kasansew reveló que aquellos que habían incrementado su nivel de optimismo sufrían menos somatizaciones: malestar estomacal, taquicardia, náuseas, sensación de ahogo: "Toda la sintomatología que corresponde al estilo somático –dice López Pell–. Estas personas suelen ser más pesimistas, tienen peores expectativas sobre el futuro; responden al tipo de gente que cuando se divorcia, por ejemplo, cree que estará solo para siempre y, de ese modo, genera un círculo vicioso, una autoprofecía que posiblemente se cumplirá".

Pensar en positivo también nos hace más longevos. Un estudio de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, encabezado por la doctora Becca Levy y realizado durante varias décadas sobre más de 600 personas mayores de 50 años, demostró que aquellos con una disposición más positiva hacia el envejecimiento vivían más tiempo (hasta un promedio de 7,5 años) y libres de enfermedades típicamente asociadas a la vejez.

En este sentido, la doctora Martina Casullo, directora del Departamento de Psicología de la Universidad de Palermo, profesora emérita de la UBA e investigadora principal del Conicet, dice que a menudo hacemos una asociación inmediata entre la vejez y el deterioro, "cuando también puede ser sinónimo de sabiduría; ¿por qué no mirarla también de esta manera?".

Casullo coordinó durante los dos últimos años el 1º y el 2º Encuentro Iberoamericano de Psicología Positiva en nuestra ciudad, organizado por la Universidad de Palermo, y que contó con la asistencia de más de un centenar de especialistas de todo el continente. "Seligman envió a un delegado, James Pawelski, que es hispanohablante, para que asistiera a la reunión de este año–comenta la psicóloga, sin disimular su entusiasmo– y el año pasado él mismo prologó la edición especial de la revista Psicodebate, que edita la Universidad, dedicada completamente a artículos sobre psicología positiva." (Psicodebate 7, revista de Psicología, Cultura y Sociedad de la Universidad de Palermo, Buenos Aires, 2006).

La especialidad del planteo no radica en lo "novedoso" de las ideas: el propio Martin Seligman dice que la psicología positiva no descubre nada nuevo en realidad, nada muy diferente de lo que el sentido común nos puede enseñar.

Temas olvidados

Martina Casullo plantea que en este inicio del siglo hay dos ejes que dominan el ambiente de la reflexión sobre la condición humana. "Uno es el respeto al aporte de las neurociencias –dice la psicóloga– y otro, el enfoque sociocultural. Hoy está demostrado que el medio ambiente no es sólo estresor y negativo, sino que también puede influir positivamente en el individuo. La psicología positiva de hace eco de este espíritu de época y recupera temas que han sido olvidados a pesar de que tienen una importancia central en el

bienestar de las personas: entre éstos, los valores, que constituyen en buena parte el capital psíquico del sujeto y que lo ayudan a buscar el bienestar a partir de sus posibilidades, de sus propios recursos. Si se trabaja desde allí, es posible que las expectativas sean más reales para cada uno de nosotros y enfrentemos menos frustraciones."

Casullo dice que un tema al que la psicología positiva da especial énfasis es la capacidad de perdonar. "Y no hablamos del perdón como sinónimo de reconciliación, o de anular la demanda ante una ofensa o un delito. Es, en realidad, un trabajo de autoperdón para lograr que la propia persona no se sienta culpable. El desarrollo de la capacidad de perdonar debería integrar programas de promoción y prevención de la salud, porque son muchas las personas que podrían beneficiarse si tuvieran la posiblidad de hablar y reflexionar sobre el tema."

La psicología positiva también enfoca su mirada hacia la influencia que tienen aspectos tales como la religiosidad, la vida cultural, la gratitud, el sentido del humor y la autoestima, o las estrategias puestas en marcha frente a los duelos, en la calidad de vida de los colectivos sociales, y ocupa buena parte de las investigaciones el estudio de cómo poblaciones de alto riesgo logran enfrentar (y superar) las negativas condiciones de vida que les tocan, es decir, la resiliencia.

Martina Casullo comenta que el enfoque de la psicología positiva tiene especial aceptación entre sectores medios y bajos, "por la necesidad concreta de sobrevivir en ambientes más adversos –reflexiona–. Por ahora, para sectores más ligados a lo intelectual no se trata de un pensamiento de primera línea… Se lo ve facilista o simplista, se lo asocia a la new age sin tener en cuenta que se gestó y se está desarrollando en ámbitos académicos y científicos, y tampoco se tiene en cuenta lo más importante: que contempla temas esenciales de la vida, que recupera lo mejor de la psicología humanística y existencial y de la psicología social".

El secreto radica, todo parece, en desarrollar recursos que apunten a la prevención y que permitan que cada persona enfrente mejor y más dotada con sus recursos, reconociéndolos, su propio proyecto de vida.

"El balance de lo que se hizo durante el siglo XX es negativo –dice Martina Casullo, ensayando una sonrisa que oscila entre el realismo más cruel y la tímida esperanza–. No hacen falta ni más resentimientos y ni más broncas. Tenemos que tener un propósito, y este enfoque puede ayudarnos a ir tras él."

Por Gabriela Navarra

Para saber más http://www.thehappinessinstitute.com/
http://www.cpp.com.ar/
http://www.authentichappiness.sas.upenn.edu/ /
http://resilnet.uiuc.edu/espanol
http://www.funsaled.org.ar/
http://www.psicologia-positiva.com/
buenosaires@ar.bkwsu.org (Universidad Espiritual Mundial Brama Kumaris, sede local)

La paradoja de Seligman

Parece mentira, pero el hombre que firmó el acta fundacional de la psicología positiva pasó más de la mitad de su vida estudiando la depresión: Martin E. Seligman, director del Centro de Psicología Positiva de la Universidad de Pensilvania, EE.UU, desafió a sus colegas y, tras haber sido nombrado presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría, en 1998, destinó todos sus esfuerzos al desarrollo de una tendencia que algunos ya consideran escuela y que, aseguran, gana adeptos día a día.

“Seligman pasó muchos años de su vida estudiando cómo las personas que sufren depresión llegaban a un estado que llaman de desamparo aprendido y que consiste básicamente en considerar que no tienen ninguna alternativa viable para cambiar esa situación –explica Andrés López Pell–. En determinado momento, invirtió sus preguntas y comenzó a buscar respuestas acerca de cómo existían sujetos que, aun sometidos a los peores estresores y situaciones difíciles, siempre eran capaces de salir adelante.

Seligman fue uno de los primeros investigadores en demostrar, por ejemplo, que, alcanzado cierto nivel mínimo que garantice la cobertura de las necesidades básicas, tener mayor dinero no es un pasaporte hacia la felicidad. Y de esto, fundamenta, dan fe los estudios sobre la depresión en sociedades económicamente desarrolladas y opulentas.

Seligman plantea que existen tres tipos de felicidad, aplicados a tres niveles de vida diferentes: “La vida placentera, la vida buena y la vida con sentido –dice–. Para alcanzar el primer tipo de felicidad debemos intentar disfrutar de los mayores placeres posibles y echar mano de métodos que nos permitan saborearlos y disfrutarlos mejor: compartirlos con los demás, aprender a describirlos y recordarlos, y usar técnicas como la meditación para ser más conscientes de esos placeres. El segundo nivel, mucho menos superficial y pasajero, es lo que Aristóteles llamó eudaimonia y que ahora denominamos flow, o estado de flujo, y que consiste en encontrar las propias virtudes y los talentos, y ponerlos a nuestro servicio, viviendo experiencias que nos dejen absortos, fuera del tiempo. Finalmente, la vida con sentido supone encontrar alguna causa, motivo o tarea más grande que uno mismo, estar el servicio de los demás de alguna forma, y es la que permite una felicidad más profunda y duradera.”

Para pensar en positivo

Tener en cuenta estas claves pueden ayudar a reformular nuestra forma de sentir, pensar y actuar.

1.- Evitar las ideas del tipo “todo o nada”. La realidad no es “blanco y negro” o “buena o mala”. Si pensamos en esos términos, somos rígidos y no damos lugar a matices o puntos de vista.

2.- No generalizar demasiado. Alguien mintió o no acudió a la cita, pero eso no significa que ocurra en todos los casos. Conclusiones que comiencen con “siempre” o “nunca” suelen conducir a exageraciones.

3.- No focalizar en el peor detalle. Las situaciones tienen distintos puntos de vista. Si elegimos centrarnos en lo peor, todo se verá mal. Por ejemplo, dar más importancia a críticas que a elogios.

4.- No minimizar lo bueno. Siempre hay algo positivo para destacar. Si lo pasamos por alto o lo desvalorizamos, perdemos la oportunidad de apreciar sus ventajas.

5.- Por menos o por más. Nos equivocamos tanto cuando exageramos la importancia de un problema como cuando minimizamos nuestras capacidades para afrontarlo.

6.- Evitar las predicciones. Ante indicios confusos o que nos despiertan ansiedad, anticipamos la peor conclusión. Pensar que algo saldrá mal incide en su resultado.

7.- Decir “no” a las suposiciones. En nuestra comunicación cotidiana es frecuente que creamos que otro (amigo, pareja, compañero) piensa o siente de un modo. ¿Cómo sabemos que es así? Preguntar es mejor que suponer.

8.- Huir de la victimización. Frases o sentimientos como “¿por qué me toca siempre a mí?” o “siempre tengo mala suerte” o “¿por qué a los otros sí y a mí no?” nos alejan de la responsabilidad sobre nuestros actos.

9.- No poner ni ponernos etiquetas. Al equivocarnos, no toda nuestra persona merece ser descalificada; y algo similar ocurre cuando otros cometen errores. No es lo mismo decir “esto lo hice” que “soy un tonto”. Pero atención: tampoco responsabilizar a los demás por errores propios.

10.- Poner límites a la propia responsabilidad. Si nos creemos responsables de cada problema (una separación, un hijo que desaprueba, etc.) sólo sentiremos culpa. Esta idea, sin embargo, oculta otra, más negativa aún: creer que todo está bajo nuestro control.

Lucha siempre

Por Francesco Alberoni

Me ha ocurrido muchas veces que he dejado a un amigo o conocido en condiciones desastrosas, ya de salud, económicas o de trabajo. Y me he preguntado con miedo cómo habría hecho para resistir, en qué habría acabado su situación. Y muchas veces, reencontrándolo después de años, he descubierto que estaba bien, alegre, lleno de vida, con una nueva actividad, a veces con una nueva esposa o un nuevo marido. Y he entendido que, en realidad, no podemos decir que la vida de una persona está acabada, porque todos poseemos enormes capacidades que no utilizamos y la vida siempre nos ofrece una nueva oportunidad, antes impensable. Pero se ponen en juego cosas muy profundas. Cuando estás duramente derrotado, o cuando enfrentas una enfermedad mortal, te alejas de la realidad, te repliegas en ti mismo; es un poco como su estuvieras muerto. Y cuando te recuperas, cuando te curas, es como si te fuese dada una segunda vida, y te invade un deseo febril de hacer, de tener nuevas experiencias. Un amigo mío, que se recuperó de un tumor considerado incurable, se compró un bellísimo barco con el que sale a navegar por el Mediterráneo. Otro ha escrito un libro que ha tenido un éxito inesperado. Una amiga se ha hecho famosa haciendo publicidad, otra ha adoptado un niño, una tercera simplemente se ha dedicado a gozar de las cosas bellas: un baño en el mar, su jardín, un viaje, una fiesta, y cuando hablas con ella te serena. Por eso nunca hay que decir : “No hay nada que hacer”; “qué se le va a hacer, no puedo tener hijos”; “qué se le va a hacer, no me gradué”; “qué se le va a hacer, me llegó la menopausia”; “qué se le va a hacer, estoy jubilado”. No tiene sentido: es como decir “qué se le va a hacer, se terminó la liquidación”. Si la liquidación se terminó, hay otras infinitas posibilidades de compras. Y no hay que perder tiempo en lamentarse de no tener más esto o aquello, ni de rumiar nuestros errores o las maldades que han cometido los demás. Errores cometemos todos y todos padecemos las maldades ajenas. No se trata de ser optimista solamente: tenemos que hacer las cosas que nos gustan, que nos estimulan, e ignorar las demás. No hables con los que te resultan antipáticos, con los que te irritan, y no veas películas que no te interesan; evita los programas de televisión que te fastidian. Y si encuentras algo que realmente tiene valor, lucha por realizarlo. Debes estar tan vivo a los noventa años como a los veinte. Y lucha sin miedo, con placer, con el gusto de hacer algo como si fuera una competencia de esquí, o de tenis o una maratón.

Corriere della Sera /LA NACION

El autor, italiano, es escritor

Traducción: Mirta Rosenberg

El arte de fluir

En el libro Pensamiento positivo (RBA Libros), Miriam Subirana y Ramón Ribalta explican que la modificación de viejos hábitos o creencias es la clave para transformar nuestros patrones de pensamiento. Las motivaciones, las visualizaciones, las afirmaciones positivas y la meditación, definida como “el poder del pensamiento concentrado”, son buenas herramientas. La meditación, desafían sus adeptos, no tiene nada de complicado. Se puede comenzar repitiendo palabras sencillas (“amor”, “paz”, “luz”), en voz alta o en silencio, durante lapsos de 10 a 20 minutos, en lugar y situación tranquilos, cómodamente ubicados, respirando en forma pausada y consciente. El fenómeno está lo suficientemente estudiado y los resultados son contundentes: por derecho y por revés, meditar hace bien.

Subirana y Ribalta dan ejemplos de pensamientos innecesarios (generalmente referidos al pasado; por ejemplo: “Si hubiera estado ahí no habría sucedido esa desgracia”), negativos (del tipo “todo va a salir mal”), y en tanto dicen que esta clase de pensamientos –más allá de la razón que uno tenga acerca de lo que expresan– nos vuelven perdedores porque estimulan un estado de “polución mental”, un pensamiento positivo, por sencillo que sea, siempre genera un beneficio… y no daña a nadie.

Simon Reynolds, en Mejor que el chocolate (Ed. V&R), enumera 50 técnicas para ser más felices: registrar qué cosas nos hacen bien, practicar actividad física, ser disciplinados, agradecer, reír, dormir mejor, tener metas altas, cultivar la amistad, no hacer del dinero la prioridad de la vida, expresar el cariño, mantenernos ocupados, tener un propósito vital. Reynolds explica el concepto de “fluir” (flow), introducido por el psicólogo de origen húngaro (y apellido impronunciable) Mihaly Csikszentmihalyi, uno de los aportes más importantes para explicar las claves del disfrute. El fluir consiste en realizar una actividad con cierto nivel de complejidad, ver claramente que avanzamos en ella, usar en eso toda nuestra concentración, y sentir que tenemos el control.

Los expertos aseguran que cuanto más “fluimos” más felices somos. ¿Y cómo?

El propio Martin Seligman da ejemplos de fluir. Dice que él es jugador de bridge, un entretenimiento muy común entre los estadounidenses mayores. “El promedio de edad de quienes participan en los torneos es de 70 años, una época de la vida en que es frecuente sentir dolores y molestias físicas –reflexiona–. Sin embargo, ninguno de ellos se queja de nada mientras juega. Están completamente absortos en lo que hacen, se olvidan de todo.”

El propio bienestar

En 1984, el psicólogo Edward Diener, de la Universidad de Illinois, EE.UU, elaboró una escala de medición del propio bienestar.

Sólo lleva unos minutos y puede orientarnos acerca de cuán conformes (o no) estamos con nuestra propia vida. A continuación, cinco afirmaciones con las que puede estar de acuerdo o no.

Utilizando esta escala de 1 a 7 indique su grado de acuerdo con cada frase colocando a continuación de ella el número apropiado.

1. En total desacuerdo
2. En desacuerdo
3. Ligeramente en desacuerdo
4. Ni de acuerdo ni en desacuerdo
5. Ligeramente de acuerdo
6. De acuerdo
7. Totalmente de acuerdo

a) En la mayor parte de los aspectos, mi vida está próxima de mi ideal
b) Las condiciones de mi vida son excelentes
c) Estoy satisfecho/a con mi vida
d) En gran parte, he logrado las cosas importantes que quería en la vida
e) Si pudiera vivir mi vida otra vez, no cambiaría casi nada de ella

Puntuaciones:

31 a 35: extremadamente satisfecho con su vida
26 a 30: muy satisfecho
21 a 25: ligeramente satisfecho
20: punto neutral
15 a 19: ligeramente insatisfecho
10 a 14: insatisfecho
0 a 9: extremadamente insatisfecho

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lunes, 10 de septiembre de 2007

¿Vivimos expuestos a un cóctel tóxico?

Cómo afecta nuestra salud el contacto cotidiano con más de 75.000 sustancias químicas artificiales


LONDRES.- Hoy uno puede estar expuesto a alrededor de 75.00 químicos artificiales. A lo largo de todo el día se los respira, se los absorbe a través de la piel y se los ingiere en las comidas. Vivir dentro de esta sopa química es un efecto colateral del siglo XXI. La pregunta es: ¿nos está haciendo daño?

Hay buenas razones para pensar que sí. No por la acción individual de cualquiera de ellos, sino por la manera como los efectos de diferentes componentes se combinan una vez que ingresan en nuestro organismo. A medida que se recogen evidencias de que este "efecto cóctel" es real, las agencias reguladoras están repensando la manera en que debemos medir los efectos de las mezclas sintéticas en nuestra salud.

Los ambientalistas hace mucho que advierten sobre este peligro, pero hasta hace poco no había evidencias sólidas que confirmaran sus temores. Los tests de toxicidad se han estado haciendo sobre el análisis químico por químico. El camino para medir los efectos de las mezclas complejas es largo y no lograrlo es peligroso.

"Cuando a uno le dan una receta, el médico le pregunta qué más está tomando, porque se preocupa por las interacciones entre las drogas, que pueden ser devastadoras", dice Shanna Swan, directora del Centro de Epidemiología Reproductiva de la Universidad de Rochester en Nueva York.

Esto también sucede con químicos como los pesticidas y los disruptores endocrinos, agrega. "Hay que considerar sus interacciones y estamos comenzando a hacerlo." Para establecer el riesgo que suponen esas mezclas, un pequeño número de científicos de Europa y Estados Unidos están probando preparaciones químicas sobre levaduras, pescado y ratas. Los efectos podrían ser aditivos, o sinérgicos, es decir, mayores que la suma de las partes.

Otros investigadores están explorando la relación entre enfermedades en humanos y la exposición anterior a grupos de químicos. Andreas Korttenkamp, toxicólogo ambientalista de la Universidad de Londres, estudia los efectos de estas mezclas luego de advertir un aumento en desórdenes endocrinos. En los hombres hubo aumento de malformaciones congénitas, como la hispospadia, en la cual la uretra está en el lado erróneo del pene. Hubo también un aumento del cáncer testicular y menor cantidad en el recuento de esperma. En las mujeres hubo más casos de cáncer de mama y de ovario poliquístico.

Estos aumentos presentan un enigma a los investigadores. Cuando examinaron a personas con estos desórdenes y a sus madres encontraron que tenían muy bajos niveles de químicos de los conocidos por causar esos efectos. Esto llevó a Kortenkamp a sospechar que las mezclas eran el enlace que faltaba. Se preguntó si los efectos de diferentes químicos al actuar a través del mismo camino bioquímico podían sumarse al proceso. Su equipo se concentró en los xenoestrógenos, compuestos que interrumpen la actividad del estrógeno e inducen al desarrollo de las características sexuales femeninas.

Altos niveles de xenoestrógenos en el ambiente han demostrado que feminizan a los peces machos y llevaron a Kortenkamp a descubrir que si las dosis de todos estos químicos eran simplemente agregadas juntas, luego de modificar las potencias que varían, esta nueva dosis acumulativa podría ser usada para predecir el efecto, un principio llamado "dosis de adición".

Intuitivamente esto tiene sentido, dice: "Cada componente de la mezcla contribuye a ese efecto, no importa lo pequeño que sea".

Earl Gray, un ecotoxicólogo de la división de toxicología reproductiva de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, también lo intentó exponiendo a ratas preñadas al vinclozolin y a la procimidona. Cuando lo hicieron con compuestos individualmente, tampoco vieron efectos. Pero cuando combinaron los dos, la mitad de los machos nacieron con hipospadia. Gray llama a este fenómeno "la nueva matemática": cero más cero es igual a algo.

Problemas regulatorios

Todo esto acarrea problemas a las agencias de regulación de todo el mundo. Los gobiernos generalmente no tienen en cuenta los efectos aditivos de diferentes químicos, con la excepción de las dioxinas, que se acumulan en niveles peligrosos y afectan las hormonas del cuerpo, y algunos pesticidas. Las afirmaciones de riesgo se hacen, mayormente, sobre un químico por vez.

Aun así la regulación no es un tema simple. Primero es necesario saber la potencia del químico, identificar qué tejidos daña y establecer si una determinada población podría estar expuesta a otros químicos que podrían dañarla en esos mismos tejidos. Si se suma el efecto cóctel, es todavía más difícil.

"Es un escenario regulatorio muy difícil -admite Gray-. En este punto la ciencia es más fácil de aplicar que un marco regulatorio."

Además, con muchas mezclas es casi imposible descubrir hasta qué punto lo estamos logrando. El disruptor dietilftalato, por ejemplo, se escapa fácilmente de los plásticos y está en muchos productos diferentes, desde los cepillos de dientes hasta los juguetes y en los envases de cosméticos y en drogas, de manera que sería dificultoso descubrir la exposición adicional de todas las fuentes, afirma Gray.

Esto hace que sea engañoso investigar los posibles enlaces entre mezclas químicas y las enfermedades. "Todo el mundo está expuesto a los químicos, incluso la gente que vive en el Artico", dice John Sumpter, ecotoxicólogo de la Universidad Brunel de Londres.

"No podemos ir a un grupo con una mezcla de químicos desagradables y luego a otro que no tuvo exposición y comparar sus tasas de riesgo de cáncer de mama o de recuento de esperma. Estamos haciendo un experimento científico al dejar que esos químicos se acumulen en nuestros cuerpos, la sangre y en la vida silvestre."

Es por eso que algunos investigadores sugieren nuevas formas de analizar los efectos de las mezclas químicas en el cuerpo. Por ejemplo, en lugar de tratar de identificar los niveles individuales de xenoestrógenos en la sangre de un paciente, sería más efectivo tomar muestras de suero y determinar la "carga de estrógenos" que el cuerpo recibe de una variedad de fuentes diferentes y examinar la muestra en el laboratorio sobre células sensibles al estrógeno.

"Podría funcionar bien como herramienta para identificar a la gente con problemas potenciales", asegura Linda Birnbaum, directora de la división de toxicología experimental de la Agencia de Protección Ambiental. Luego, por ejemplo, se pueden hacer cócteles de alimentos, agua y otros productos de la vida de la persona para intentar identificar la fuente de los químicos.

Nos guste o no, los químicos están entre nosotros. "La gente no puede quitar los ftalatos, por ejemplo, del aire, agua o alimentos", asegura Swan. "Mucha gente no tiene la información o el dinero para hacer estas cosas." Un acercamiento más productivo podría ser decir a la gente cómo limitar la exposición a las sustancias dañinas y solicitar el etiquetado a los fabricantes. "Necesitamos poner mucho dinero para imaginarnos lo que estas cosas hacen en escenarios reales y tomar acciones regulatorias", agrega. "Así como limitamos el humo del cigarrillo, tendremos que limitar otras exposiciones."

Por Bijal Trivedi
De New Scientist


Traducción: María Elena Rey

Fuente original: http://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=942347&origen=premium

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sábado, 8 de septiembre de 2007

El selenio mantiene los músculos del envejecimiento fuertes

Los niveles Newswire-Bajos del selenio de Healthnotes se asocian a la debilidad del músculo en seniors, según un estudio reciente publicado en el diario americano de la nutrición clínica.

El selenio es un mineral del rastro sabido para su naturaleza antioxidante y sus características antivirus y anticáncer. El ajo, nueces de Brasil, semillas de sésamo, legumbres, pescados, carne, y las aves de corral son ricas en selenio, solamente la cantidad depende de cuánto está en su ambiente o el suelo en los cuales se crezcan. La deficiencia del selenio es más común en las áreas sabidas para tener suelo selenio-pobre, tal como el noroeste pacífico. El mineral es pelado cada vez más del suelo por prácticas agrícolas modernas.

Los efectos antioxidantes del selenio ayudan a proteger los músculos contra el daño oxidative, uno de los factores que contribuya a la pérdida de fuerza que ocurra generalmente con edad. La deficiencia severa del selenio puede causar daño a los músculos esqueléticos y del corazón, pero se sabe menos sobre una deficiencia más suave.

El nuevo estudio incluyeron a 891 hombres y las mujeres envejecen 65 y el más viejos quién vivió en sus comunidades y no en clínicas de reposo. Los investigadores midieron sus niveles del selenio de la sangre y probaron su fuerza muscular mirando la flexión de la cadera, la extensión de la rodilla, y el apretón de la mano.

Después de observar que el 30% de los hombres y de las mujeres tenían niveles suboptimal del selenio, los investigadores los dividieron en cuatro grupos basados en cuánto selenio tenían en la sangre. La gente con los niveles más altos tenía la fuerza superior y más baja más grande del cuerpo, realizándose mejor en cadera, rodilla, y pruebas de la fuerza de la mano. La gente con los niveles más bajos del selenio era 1.5 a 2 veces más probables que la gente en el grupo más alto estar en la gama más baja para la fuerza muscular.

“A nuestro conocimiento, éste está el primer estudio para demostrar una asociación entre las concentraciones del selenio del plasma y la fuerza muscular pobre en más viejos adultos,” los autores del estudio indicados. “Estos resultados sugieren que pueda haber una serie continua en la relación entre las concentraciones del selenio del plasma y la fuerza muscular, de ésos con deficiencia del selenio y la debilidad severas del músculo a más viejos adultos de la comunidad-vivienda con concentraciones marginales del selenio.”

Durante seis años de la carta recordativa, ésos con los niveles más bajos del selenio y los músculos más débiles fueron encontrados para ser los lo más menos posible probables sobrevivir. Esto que encuentra es constante con ésos de los estudios anteriores que ligan la debilidad del músculo y niveles bajos del selenio a la mortalidad creciente.

Los E.E.U.U. recomendaron el permiso dietético para el selenio son el magnetocardiograma 55 por día, pero supliendo con el magnetocardiograma hasta 200 por día se considera generalmente para ser seguro. El Dr. Luigi Ferrucci, en el instituto nacional en envejecer en Baltimore, y uno de los co-autores del estudio, aconseja a gente comprobar sus multivitamins antes de agregar los suplementos del selenio, observando que “la mayoría de las preparaciones del multivitamin-mineral usadas por la más vieja población contienen ya el selenio.”

(J Clin Nutr 2007; 86: 347-52)

- Maureen Williams, ND

Maureen Williams, ND, recibió su licenciatura de la universidad de Pennsylvania y de su doctorado de la medicina de Naturopathic de la universidad de Bastyr en Seattle, WA. Ella tiene un ejercicio privado en Quechee, VT, y hace el trabajo extenso con la medicina herbaria tradicional en Guatemala y Honduras. El Dr. Williams es un contribuidor regular a Healthnotes Newswire.

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Nota Original traducida: 9/6/07 - www.newhope.com/news.cfm?news=1923 - 38k

jueves, 6 de septiembre de 2007

Más de dos horas diarias de televisión elevan el riesgo de déficit de atención

Estos trastornos se gestan durante la niñez, pero se manifiestan durante la adolescencia
Miércoles 5 de setiembre de 2007 | Publicado en la Edición impresa La Nacion

CHICAGO (Reuters).- Ver televisión más de dos horas diarias en los primeros años de vida puede acarrear problemas de atención en la adolescencia, afirma un estudio publicado ayer en la prestigiosa revista Pediatrics .

El aumento de casi 40% en los problemas de atención observado entre los espectadores muy aficionados a la televisión se registró tanto en las niñas como en los niños, independientemente de si habían recibido un diagnóstico de trastorno por déficit de atención con hiperactividad (ADHD, según sus siglas en inglés) antes de la adolescencia.

Esta relación fue establecida en un estudio de seguimiento a largo plazo que revisó los hábitos y comportamientos de más de 1000 niños nacidos en Dunedin, Nueva Zelanda, entre abril de 1972 y marzo de 1973. Los niños de 5 a 11 años veían un promedio de 2,05 horas de televisión en los días laborales, mientras que entre los 13 y 15 años, el tiempo pasado frente a la pantalla aumentó a un promedio de 3,1 horas diarias.

"Quienes vieron más de dos horas y especialmente los que vieron más de tres horas de televisión diarias durante su infancia mostraron síntomas de problemas de atención en la adolescencia por encima del promedio", escribió en su informe Carl Landhuis, investigador de la Universidad de Otago, en Dunedin, y autor del estudio.

El daño de la TV

Los niños que vieron mucha televisión tenían más probabilidades de continuar con el hábito cuando crecían pero, incluso si no lo hacían, el daño ya estaba hecho, dijo el informe publicado en la revista médica Pediatrics .

Según Landhuis, podría haber varias explicaciones sobre este vínculo. La primera es que el cambio rápido de escenas común en muchos programas de televisión podría estimular en exceso el cerebro en desarrollo de un niño y hacer que, en comparación, la realidad resulte aburrida.

También es posible que ver televisión pueda sustituir otras actividades que requieren concentración, como leer, jugar y hacer deportes, dijo el especialista.

La falta de participación inherente a la televisión podría condicionar a los niños cuando realizan otras actividades. "De ahí que sea probable que los niños que miran televisión se vuelvan menos tolerantes ante tareas lentas y más mundanas, como los deberes del colegio", escribió el investigador en su artículo.

El estudio no es una prueba de que ver la televisión cause problemas de atención, añadió Landhuis, porque puede ser que los niños con tendencia a esta condición se vean atraídos hacia ella. "Aun así, nuestros resultados muestran que el efecto final de la televisión parece ser adverso", declaró el investigador a la edición online de la revista New Scientist .

Estudios previos habían relacionado este hábito sedentario con la obesidad infantil y la diabetes, lo que llevó a algunos médicos a advertir que "estamos haciendo un experimento en gran escala con nuestros niños y esperando para ver cuál será el resultado".

Andrew Stern

Notas relacionadas
http://www.asesorianutricional.com.ar/articulos-43.htm
http://www.asesorianutricional.com.ar/articulos-56.htm

sábado, 1 de septiembre de 2007

La psicología, al servicio de la prevención del infarto

Desde hace años, se sabe que el estado emocional de un individuo está asociado con la enfermedad coronaria y viceversa. Pero ¿cómo se encara el tratamiento de los aspectos emocionales de estos pacientes? ¿Es posible prevenir un infarto curando, por ejemplo, la depresión?

"Muchos cardiólogos subestiman estos cuadros, o no los indagan adecuadamente y pasan inadvertidos hasta que ya es demasiado tarde", afirma la doctora Mirta Laham, directora del Instituto de Psicocardiología del Instituto de Investigaciones Médicas Dr. Alfredo Lanari (UBA), institución donde ha creado un equipo específico de psicocardiología, abocado al tratamiento emocional de pacientes coronarios.

Esta nueva disciplina cuenta con pocos profesionales en el país y aborda los factores psicológicos que favorecen la aparición y el desarrollo de la enfermedad cardiovascular, porque, como explica Laham, "los factores de riesgo no son solamente los biomédicos: la personalidad, el estrés y las emociones afectan la salud coronaria. Así, las sensaciones de frustración, ira, sufrimiento y de corazón roto pueden fomentar el infarto".

Un reciente estudio -llamado Enhancing Recovery in Coronary Heart Disease Patients - acaba de confirmar que los pacientes con cuadros depresivos graves tienen un mayor estado inflamatorio y riesgo de trombosis que los pacientes sin depresión.

Pero el estudio llega más lejos y asegura que un tratamiento antidepresivo mejora la calidad de vida de los pacientes, pues reduce estos riesgos y aumenta la adherencia al tratamiento y el deseo de recuperación. En suma, el paciente deprimido que reciba apoyo psicológico o medicación antidepresiva reduce hasta en un tercio su riesgo de padecer episodios cardíacos.

Grupos de riesgo

Uno de los elementos que vinculan los trastornos cardiológicos con la depresión es la serotonina, según dice Laham, íntimamente relacionada con la actividad del corazón; su nivel es bajo en los depresivos.

Asevera la especialista que el grupo de mayor riesgo emocional está formado principalmente por personas que padecen depresión ansiógena o ansiosa. "[Se trata de] una depresión explosiva, impaciente, irritable, con altos niveles de distrés. Es la depresión del enojo permanente, no la de la tristeza o del duelo", puntualiza.

La tarea con pacientes que ya han padecido algún episodio cardíaco apunta a resolver el mayor problema derivado de la depresión, que es el bajo cumplimiento del tratamiento. "Los pacientes deprimidos suelen tener estilos de vida poco saludables y no siguen el tratamiento en forma adecuada. Los enfermos que tuvieron un infarto de miocardio reciente y presentan síntomas de depresión no son proclives a los ejercicios de rehabilitación, la dieta y la medicación recomendada."

Con los pacientes internados se trabajan los miedos: al dolor, a la muerte, a la incertidumbre; se lo acompaña; se le explica qué le va a pasar. Otro aspecto a trabajar son los cambios que exige la nueva condición de cardíaco.

"Al paciente le hacen una angioplastia; el médico le dice que tenía el 95% de la arteria tapada; se asusta; deja de fumar, y a los dos meses se olvidó porque en la casa tiene problemas o en el trabajo le exigen, o tiene un infarto y el médico le indica que no coma más con grasa, que no se ponga nervioso, que disfrute el ocio, que camine todos los días. Es un cambio difícil de hacer de un día para el otro. Por eso, cuando pasa el miedo, reinciden y el riesgo se intensifica. El psicocardiólogo es decisivo en esta etapa, porque ayuda a este necesario cambio de estilo de vida".

En el consultorio

La psicoterapia psicocardiológica también se despliega en los consultorios psicológicos. "Con los conocimientos necesarios y una escucha atenta, un psicocardiólogo no sólo puede prever sino también prevenir un infarto", asegura la doctora Laham.

"A veces me derivan pacientes que tuvieron un preinfarto. Además de los factores de estrés agudo, hay que estar muy atentos a los factores de personalidad propios de un eventual paciente coronario: la impaciencia, el apuro, la irritabilidad, la asertividad, la adicción al trabajo. Y los psicólogos tienen que entrenarse para detectar cuándo un paciente está en riesgo físico", recomienda Laham.

Además de la escucha, el nivel de riesgo es detectado mediante una batería de tests: de personalidad, de hostilidad, de depresión, de cigarrillo y nutrición, entre otros. "Cuando yo estoy frente a un paciente que fuma mucho, que tiene trabajo estresante y con alta demanda, y que está sobrepasado de ansiedad y se siente deprimido, de inmediato le solicito que consulte al cardiólogo y se realice ciertos estudios. Y muchas veces nos encontramos con que tiene altísimo el colesterol y con que está muy próximo al episodio coronario. Así lo evitamos."

Según la especialista, lo más arduo del trabajo con estos pacientes es el cambio de hábitos, tanto en los que ya tuvieron un episodio como los que saben que tienen factores de riesgo. "Se enojan con ellos mismos por haber llegado a esa situación", dice. Y allí es cuando se hace necesario el control externo.

"En la psicocardiología no hay una actitud contemplativa ni de «a usted qué le parece» -concluye Laham-. Se acuerdan de las cosas que hay que cambiar porque hay riesgos físicos."

Por Florencia Bernadou
Para LA NACION
Fuente:Suplemento Ciencia/Salud Sábado 1 de setiembre de 2007

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