sábado, 28 de julio de 2007

Enfermedad depresiva y corazón

La depresión incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y también empeora su pronóstico

Uno de cada cinco individuos que han padecido un infarto y uno de cada cuatro pacientes con insuficiencia cardiaca experimentan síntomas depresivos. La depresión y la ansiedad no tan sólo incrementan el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares sino que también empeoran su pronóstico. La evidencia de que el estrés y la depresión pueden provocar enfermedades cardiovasculares ha sido corroborada en varios trabajos. Por este motivo, su atención debería considerarse un objetivo primordial en la atención integral al enfermo con cardiopatía.

Ansiedad y enfermedad cardiovascular

Hasta ahora no se conocían en profundidad las consecuencias de sufrir episodios de ansiedad prolongados sobre pacientes coronarios. Un reciente estudio ha revelado que las personas con problemas cardiovasculares que sufren elevados grados de ansiedad tienen el doble de riesgo de sufrir un infarto o fallecer. El equipo de investigadores, dirigido por Charles M. Blatt, director de investigación en la Lown Cardiovascular Research Foundation y profesor de la Universidad de Harvard (EEUU), efectuó el seguimiento de 516 enfermos coronarios durante más de tres años. Los resultados han sido publicados en el Journal of the American College of Cardiology.

Los autores del estudio valoraron durante tres años, de forma periódica, los niveles de estrés de los pacientes objeto del estudio a través de una serie de cuestionarios junto a otras variables como la presencia de hipertensión, diabetes, tabaquismo o el índice de masa corporal, a fin de controlar la influencia de otros factores de riesgo. Durante el periodo de seguimiento fallecieron 19 pacientes y otros 44 padecieron un evento cardíaco del que pudieron recuperarse. Se constató que los pacientes con mayor grado de ansiedad eran los que presentaban un riesgo más elevado; sobretodo, el peor pronóstico lo tenían aquellos cuya ansiedad había ido incrementándose a lo largo del tiempo.

Los pacientes con depresión experimentan una mayor activación plaquetaria que les predispone a episodios tromboembólicos

Por el contrario, aquellos enfermos que habían presentado un alto grado de ansiedad al inicio de la investigación pero que habían logrado controlarla a lo largo de los años, tenían menores niveles de riesgo. Según los autores, estos hallazgos señalan la necesidad de evaluar los niveles de ansiedad de los enfermos cardiovasculares así como la importancia de que los profesionales sanitarios intervengan sobre la ansiedad de sus pacientes.

Por otra parte, la ansiedad crónica también incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, según un estudio reciente, realizado en la University College London, que revela que la sensación de recibir un trato injusto en el trabajo o en el hogar puede aumentar el riesgo de aparición de problemas coronarios. Los investigadores británicos evaluaron el grado de satisfacción laboral de 8.928 personas empleadas del sector público del gobierno, en Londres. Se pidió a los trabajadores que puntuaran la afirmación «con frecuencia tengo la sensación de que me tratan de manera injusta», en una escala del 1 a 6 (dónde 1 equivale a «totalmente en desacuerdo» y 6 a «totalmente de acuerdo»).

Se efectuó un seguimiento de 11 años. Durante este periodo, el 6,6% de las personas de la categoría baja tuvieron problemas coronarios (infarto o angina) en comparación con el 7% en la categoría moderada y el 9% en la categoría alta. Las mujeres y los empleados con ingresos y estatus socioeconómicos más bajos eran mucho más propensos a sentir que estaban siendo tratados injustamente. También los sentimientos de trato injusto se relacionaron con mayores niveles de mala salud física y mental.

¿CAUSA O CONSECUENCIA?

Los pacientes con insuficiencia cardiaca a menudo padecen enfermedad depresiva. Se estima que uno de cada cuatro de estos pacientes tiene síntomas depresivos, aumentando a uno de cada dos en las fases más avanzadas o graves de la cardiopatía. Depresión e insuficiencia cardiaca tienen una relación causa-efecto en ambos sentidos; es decir, que la enfermedad depresiva incrementa el riesgo de padecer insuficiencia cardiaca y que, a su vez, los pacientes con insuficiencia cardiaca tienen mayor probabilidad de padecer una depresión.

La relación entre ansiedad y depresión y enfermedades cardiovasculares se sustenta en bases biológicas relacionadas con múltiples cambios neuroinmunoendocrinos y en la actividad inflamatoria que acontece en los enfermos depresivos. Se ha observado que los pacientes con depresión experimentan una mayor activación plaquetaria que les predispone a episodios tromboembólicos. Estos mismos pacientes también experimentan activación inmunitaria e incremento de los niveles de cortisol y de la hormona adrenocorticotropa así como una menor resistencia a la insulina.

Asimismo, se constata una mayor producción endógena de esteroides y la liberación de catecolaminas, con un incremento de la presión arterial y de la vasoconstricción coronaria. También existen evidencias de que la propia insuficiencia cardiaca podría provocar la aparición de una depresión, dado que hay áreas del cerebro que son especialmente vulnerables al déficit de riego sanguíneo que conlleva la enfermedad. Estas áreas se han involucrado desde hace décadas en la fisiopatología de la enfermedad depresiva.

Fuente:http://www.consumer.es/web/es/salud

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miércoles, 25 de julio de 2007

La fibra y los antioxidantes de la dieta reducen la mortalidad por cáncer

QUIENES COMEN MÁS VERDURAS Y VEGETALES TIENEN UN 30% MENOS DE MORTALIDAD

La fibra y los antioxidantes de la dieta reducen la mortalidad por cáncer, según el estudio EPIC

Un grupo de investigadores españoles del Institut Català de Oncología (ICO) ha confirmado que los sujetos que consumen más fruta y verdura en su dieta habitual presentan una mortalidad global hasta un 30 por ciento inferior a la de que aquellos que consumen menos productos de este tipo, y que la fibra de los cereales reduce en un porcentaje similar el riesgo de sufrir cáncer gástrico.

Estas conclusiones, recientemente publicadas en The American Journal of Clinical Nutrition, demuestran, según los investigadores del ICO, que se había infravalorado el impacto de la nutrición en la prevención de enfermedades, especialmente de las oncológicas.

Presentados por Gabriel Capella, director de investigación del ICO; Antonio Agudo y Carlos Alberto González Svatetz, ambos del Servicio de Epidemiología y Registro del Cáncer del ICO, estos datos se enmarcan dentro del proyecto europeo EPIC (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition), basándose en el seguimiento de la cohorte española formada por 41.358 ciudadanos.

Agudo confirmó que la población estudiada ingería una media de 224,2 gramos de verdura, que equivale a un plato de verdura o de ensalada; y 275,8 g de fruta fresca, lo que supone dos piezas diarias, apuntando que, sin embargo, las diferencias entre grupos fueron muy acentuadas, lo que puede explicar la diferente tasa de mortalidad. "Así, el 25 por ciento de población con una dieta menos sana comía de promedio tan sólo 92,9 gramos de vegetales y 73,2 g de fruta fresca al día; mientras que el 25 por ciento que comía más realizaba una ingesta diaria de 453,3 gramos de verdura y 624,5 de fruta fresca", explicó este especialista. "El estudio ha demostrado que, de toda la población, el 25 por ciento que consume más fruta y verdura tiene un índice de mortalidad global hasta un 30 por ciento inferior al del 25 por ciento de la población que consume menos vegetales", añadió, subrayando que esa diferencia es consecuencia de que el grupo con una dieta más rica en vegetales tiene una menor incidencia de casos de cáncer, patología cardiovascular, complicaciones respiratorias y diabetes.

Agudo explicó que los antioxidantes que se encuentran en la dieta —no así los de los suplementos alimenticios— aportan beneficios relacionados con la reducción de la mortalidad, destacando el papel de la vitamina C y la provitamina A. "El estudio también revela el destacado efecto protector del licopeno, un carotinoide del tomate", añadió, recordando que "hasta ahora se había relacionado con la prevención del cáncer de próstata, pero se ha confirmado que interviene en la reducción de la mortalidad global".

Por su parte, González se refirió a otro estudio publicado en el International Journal of Cancer, también relacionado con el proyecto EPIC, y que demuestra que la fibra presente en los cereales ejerce un efecto protector frente al cáncer gástrico, tras examinarse la asociación entre dieta y cáncer en 435.000 personas de diez países europeos participantes en el EPIC. "Los investigadores confirman que la fibra presente en frutas y verduras no confiere protección frente al cáncer gástrico, pero las personas con un consumo elevado de fibras de cereales sí presentaban un riesgo de desarrollar este tumor un 30 por ciento menor que el resto de la población", precisó.


Fuente: http://www.gacetamedica.com/gacetamedica/

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martes, 10 de julio de 2007

«El cuerpo es más sabio que la mente»


Como parte de un equipo interdisciplinar de médicos y psicólogos, María Micaela Saura parte de la base de que el individuo enferma por una serie de incongruencias entre lo que el cuerpo experimenta y todo cuanto pensamos, sentimos y hacemos. Aboga por una cierta ecología entre la propia naturaleza y las relaciones que establecemos tanto con nosotros mismos como con los demás. «Después de algunos años trabajando con el cuerpo humano he podido comprobar que el origen de las tensiones musculares que todos experimentamos no siempre es físico». Su propósito no es otro que el de relacionar lo parece inseparable: el cuerpo de la mente. Aunque a veces fija el dedo índice en el cuello, a modo de cuchillo, y profiere con una sonrisa: «si pudiéramos separar la cabeza de los hombros por un instante veríamos cuántos mensajes espontáneos, sublimes, estupendos, el cuerpo origina e interpreta sin que nuestra estricta conciencia sea consciente».

JORDI MONTANER | 02 de julio de 2007

Hoy se lleva eso de hacer todo lo que te pida el cuerpo.
Eso dicen, pero pocas personas lo llevan verdaderamente a la práctica. Tal vez sólo los niños, además de los animales... El ser humano necesita expresar sus emociones de una forma mucho más espontánea de como lo hacemos los adultos. Es algo innato que, por un aprendizaje tan convencional como represor, acabamos olvidando. Lo malo es que luego el propio cuerpo nos pasa factura.

¿El cuerpo castiga nuestra falta de espontaneidad?
Las emociones van siempre acompañadas de una cierta conmoción somática. Me refiero a emociones tan genuinas como el miedo, la tristeza, la rabia o la alegría. Cada emoción se refleja en distintas partes del cuerpo humano. El miedo, por ejemplo, aumenta la presión ocular, contrae la musculatura profunda del cuello, los glúteos; la respiración queda bloqueada (a menudo, también el hipo) y aumenta la frecuencia cardiaca. La tristeza abate la musculatura facial, contrae los pectorales, pone la cadera en retroversión y origina un decaimiento físico ostensible.

¿Y ante el dolor?
Ante el dolor o sufrimiento (los médicos prefieren hablar de dolor agudo o crónico) también aparece un aumento de la frecuencia cardiaca, tensión muscular que suele agravar el cuadro de una determinada lesión, a la vez que se liberan gran cantidad de neuropéptidos en la sangre. La rabia contrae los maseteros [músculos encargados del movimiento de las mandíbulas] y la musculatura interescapular. Tensionamos las extremidades y es característica la forma de cerrar los puños o patear el suelo; a veces incurrimos en lo que denominamos retroflexión, pegar un golpe a la mesa o a la pared con la que expresar la ira que sentimos... La alegría activa muscularmente todo el cuerpo, nos hace sentir deseos de bailar y aumenta también la frecuencia cardiaca.

Salvando la alegría, ¿no debiéramos reprimir las emociones tenidas socialmente por malas?

«Emociones tan genuinas como el miedo, la tristeza, la rabia o la alegría, se reflejan en distintas partes del cuerpo humano»

Resulta paradójico que nos encante ver a un crío brincando de emoción cuando recibe una noticia placentera y que lo riñamos cuando expresa su ira gritando, llorando o ejecutando una pataleta. Independientemente de cómo estemos las emociones forman parte de nuestra manera de ser, que puede ser buena o mala, pero no hay otra. Vivir de forma auténtica es dejarse llevar por las emociones.

Creía que un terapeuta alegraba al triste, tranquilizaba al temeroso y calmaba al airado.
Wilhelm Reich, por ejemplo, nos enseñó que tratar y reprimir son cosas distintas. Fue un psicoanalista austríaco, discípulo de Freud, que utilizó la expresión corporal con finalidad terapéutica. Fue autor de La función del orgasmo (1927) y Análisis del carácter (1934). Quien tiene miedo debe poder expresar su miedo con toda franqueza, sin negarlo. De nada sirve decir «no tengas miedo» a la mente si el cuerpo vive intensamente esa emoción.

Estoy irritado. ¿Con quién me enfado?
La mayoría de las personas se enfadan consigo mismas, empleando una gran energía de contención para ello. Por no dañar a nadie, acaba uno dañándose a sí mismo. Sería más práctico descargar la ira sobre un saco, pegándole o gritándole hasta agotar la emoción. Las explosiones de ira, sin embargo, suelen ir precedidas de demasiada ira contenida e inexpresada, bajo presión, y que, llegado el momento, revienta.

Y, entonces, ¿cómo hay que gestionar las emociones?
Si uno llora cuando tiene ganas de llorar, ríe cuando tiene ganas de reír, grita cuando tiene ganas de gritar, nunca llega a una tristeza, una alegría o una ira histéricas. Seremos normales en la medida en que normalicemos nuestras emociones. Decimos nosotros que el camino del corazón es el único que lleva de regreso a casa y el que nos permite ser auténticos. También se trata de ahorrar energía. Todo lo que sea estar de manera diferente a como estoy implica un sobresfuerzo físico terrible.

¿Las emociones son energía?
El ser humano es energía. Nacemos dotados de una energía potencial que siempre es la misma, que configura o resulta configurada por nuestro carácter y que tendemos de manera inconsciente a convertir en energía cinética. El cuerpo siempre avanza orientado al placer y en dirección contraria al dolor. Lo hace a través de lo que llamamos un «impulso unitario» que dispone de un subimpulso tranquilo (me doy cuenta de las emociones) y otro agitado (debo hacer algo). Cuando estos impulsos se bloquean mentalmente por autorrepresión, educación, norma o costumbre, creamos zonas de escisión en el cuerpo, zonas por las que el flujo de energía se ve interrumpido y aparecen contracciones, temblores, vibraciones y hormigueos. Cuando la energía fluye libremente activamos la expresión corporal desde los pelos a los pies, pasando por los ojos, la boca, diafragma y pelvis.

Hay quien siempre pone la misma cara, esté triste o contento.
Ha aprendido a vestir una coraza que le protege del dolor, pero le aleja del placer. Aun cultivando la libertad, nuestra sociedad sigue reprimiendo muchos impulsos expresivos como el llanto, la angustia o la excitación sexual. Se tiende a hacer sin sentir, a estar sin ser, siguiendo exigencias impuestas, horarios no siempre acordes con nuestra propia biología.

Me noto extraño...
Shhh... Escucha lo que tu cuerpo pide y dice.

UN PSICOTERAPEUTA MALDITO

Como Fritz Perls y otros pioneros de la terapia de la Gestalt (forma, en alemán), la vida de Wilhelm Reich lo fue todo menos fácil. Sirvió en el ejército durante la primera guerra mundial. Estudió medicina y psiquiatría en la Universidad de Viena, donde conoció a Sigmund Freud y trabajó con él en su clínica de psicoanálisis. En 1927, publicó The Function of the Orgasm, una de las obras que le dio mayor proyección, pero su devoción por el marxismo acabó apartándolo de la doctrina médica. Fundó entidades como la Sociedad Socialista de Información e Investigaciones Sexuales o la Asociación para una Política Sexual Proletaria.

Destinado a disentir, tras la publicación de The Mass Psychology of Fascism (1933), Reich fue expulsado del Partido Comunista. Un año más tarde lo fue de la Asociación Internacional de Psicoanálisis por la publicación de Character Análisis (1934), y dos años después fue criticado por la publicación de The Sexual Revolution (1936). Con la llegada de los nazis al poder, huyó a EEUU, donde ingresó de inmediato en la New School for Social Research de Nueva York. Prosiguió sus experiencias terapéuticas contra la represión psicológica con pacientes tan distinguidos como Albert Einstein. Pero su forma de trabajar fue tachada inmediatamente de poco ortodoxa por parte de la administración norteamericana, que terminaría acusándole de fraude.

Tras años de dificultades y procesamientos en los que se plasmó públicamente el pasado comunista de Reich y se especuló con que se trataba de un espía soviético, acabó «castigado» con un diagnóstico oficial de psicópata. Falleció en la penitenciaría de Lewisburg, Pennsylvania, víctima de un infarto. Requisadas y quemadas públicamente sus obras, por su naturaleza «perniciosa y pornográfica», éstas alcanzaron una amplia circulación en la comunidad hippie hace poco menos de medio siglo. En 1953 había publicado los dos últimos volúmenes del compendio The Emotional Plague of Mankind, bajo los títulos de The Murder of Christ y People in Trouble.

En ellos, Reich proponía una liberación psicológica del individuo y de la sociedad mediante la lucha contra la represión sexual que lo sujeta a pautas de conducta determinadas. La familia, las instituciones, los medios de comunicación configuraban los aparatos represores o «corazas psicosomáticas destinados a la sumisión». Los mecanismos de control que definen la normalidad y la locura, lo permitido y lo prohibido, aparecen siempre descritos, según Reich, por pautas convencionales de la moralidad burguesa. Frente a las estructuras rígidas que atenazan la libertad vital del individuo, Reich abogó por la restauración del sistema energético original, desprendido de los aparatos o artificios de control social represivo
Fuente: http://www.consumer.es/web/es/salud/psicologia

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domingo, 8 de julio de 2007

Cuáles son los beneficios de la práctica del yoga




Dolores, estrés, hipertensión, diabetes: cada vez son más las afecciones que responden a esta disciplina milenaria

En su versión más occidentalizada, es una práctica corporal que exige posturas acrobáticas y cierta dosis de control mental. Ejercitada regularmente tiene una indudable eficacia antiestrés y flexibiliza el cuerpo. Lo que no es poco. Pero esas son apenas dos de las múltiples caras del yoga, que también es filosofía, estilo de vida, cosmovisión, religión, propuesta de introspección espiritual y sistema de armonización psicofísica.

En sus más de cinco mil años de historia cubrió un intenso recorrido, desde sus inicios contemplativos en las montañas de la India antigua, hasta el poderoso y multifacético cuerpo doctrinario que se diseminó por todo el planeta. Hoy la palabra yoga circula con comodidad dentro del discurso de la ciencia occidental y no son pocos los médicos y psicólogos que la recomiendan como herramienta terapéutica de aplicaciones múltiples.

Existen estudios científicos que avalan la eficacia de esta práctica milenaria para controlar el dolor, el estrés, la hipertensión y la diabetes; también para doblegar contracturas musculares o mejorar la capacidad respiratoria de las personas asmáticas y recuperar el equilibrio mental.

¿A qué se debe tanta popularidad globalizada? "Yoga es la unión de la mente, el cuerpo y el espíritu a través de la respiración, como si fuesen tres islas que se conectan a través del puente de las técnicas respiratorias", define Agustín Aguerreberry, un argentino que se convirtió en el representante para Estados Unidos de la Organización Mundial de Profesores de Yoga.

Visión holística

A diferencia de la mirada occidental, la visión del yogui oriental es holística: no se circunscribe al cuerpo mecánico que obtiene beneficios parciales al estimular una porción recortada del cuerpo, sino que busca, en cambio, la unión, la integración. De hecho, la misma palabra yoga proviene del sánscrito y significa unir.

Desde esta lectura integradora, Aguerreberry describe las reglas básicas del yoga nacido de un tronco originario, las enseñanzas del yogui hindú Pantájali, escritas varios siglos antes de la era cristiana y que hoy siguen siendo guía para millones de practicantes en el mundo:

  • Yamas (reglas éticas o disciplina moral).
  • Niyamas (autocontrol).
  • Asanas (posturas).
  • Pratyahara (desapego de las actividades externas sensoriales, moviendo la atención hacia el interior).
  • Pranayama (control energético a través de técnicas respiratorias).
  • Ddharana (concentración).
  • Dhyana (meditación).
  • Ssamadhi (estado de hiperconciencia o iluminación)
"Sólo mediante la ejercitación de estos ocho escalones el yoga alcanza su total eficacia", afirma el instructor Agustín Aguerreberry. Y Carlos Rúa, coordinador académico de la Escuela de Estudios Orientales de la Universidad del Salvador, explica que la práctica de yoga es un largo y complejo proceso que entre los hindúes está íntimamente asociado con su cosmovisión y su forma de vida.

Las posturas, la respiración y el control de los pensamientos para aquietar la mente para un yogui hindú representan apenas una fracción de su universo y un medio para acercarse paulatinamente a su esencia, su fin último, que es la iluminación o unidad con el cosmos.

Ejercicio de meditación

Como representante en el país de la enseñanza de una forma de yoga antiguo llamada swasthya, el instructor Diego Ouge describe el ejercicio de meditación y el estado de conciencia que se obtiene por medio de esta práctica, cuyo término en sánscrito es dhyana y "consiste en parar de pensar a fin de permitir que la consciencia se exprese a través de un canal más sutil, que está por encima de la mente… se trata de un canal que nos trae el conocimiento por vía directa, sin la interferencia del intelecto".

Las asanas –que para un occidental constituyen el corazón de la práctica– no son sino una práctica espiritual externa; mientras desarrollan fuerza, flexibilidad y vitalidad, van guiando hacia un estado de bienestar corporal y mental, tendiente a preparar el cuerpo para meditar y alcanzar ese estado de consciencia. Aunque alejada de esta meca de la iluminación, la práctica del yoga accidentalizado no deja de ser recomendable.

"La implementación del yoga como una técnica corporal, como una gimnasia, hace que pierda su sentido de meditación, de serenidad de la mente y de profundización de un mismo –concluye Carlos Rúa–, pero aún desde la perspectiva de mover todas las articulaciones y músculos, aprendiendo a respirar profundamente y alcanzando una quietud mental que reduce el estrés, los beneficios sobre la salud física y psíquica son indiscutibles."

Tesy De Biase

Fuente: La Nacion, 7 de julio de 2007

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viernes, 6 de julio de 2007

Más televisión, menos atención

Investigadores estadounidenses relacionan las horas de televisión diarias con el riesgo de dificultad en el aprendizaje El hábito de ver la televisión es una de las maneras de pasar el tiempo libre para muchos niños y adolescentes.
Las horas que pasan delante del televisor les restan espacio para realizar otras actividades. Ahora un grupo de investigadores de Columbia, en EEUU, asocia este tiempo con problemas de atención y aprendizaje en la adolescencia y en edades posteriores.
MALEN RUIZ3 de julio de 2007


Los adolescentes que a los 14 años ven más de tres horas de televisión diarias tienen un mayor riesgo de ir mal en la escuela y no llegar a hacer una carrera. Los que ven entre una y tres horas diarias también tienen un mayor riesgo de tener problemas con el aprendizaje. Un estudio, que ha seguido a 678 familias desde que los hijos tenían 14 años hasta los 33 años, ha encontrado una preocupante relación entre las horas de televisión diarias durante la adolescencia y los años siguientes y las dificultades de atención y aprendizaje.

Un tercio de los adolescentes estudiados veía tres o más horas de televisión diarias a los 14 años. En los que sólo veían una hora de televisión diaria se constató un riesgo elevado de no hacer bien los deberes, de tener actitudes negativas respecto a la escuela, malas notas y fracaso escolar en la educación secundaria. Pero los que la veían tres horas o más eran los que tenían más probabilidades de, además, no llegar a tener educación superior. Los investigadores, de la Universidad de Columbia (EEUU), matizaron los resultados en función de las características de la familia y la existencia o no de dificultades previas cognitivas.

La televisión como hábito
Los que con 14 años ven tres horas o más de televisión al día tienen más probabilidades de no llegar a tener educación superiorHicieron 14 análisis para investigar la relación entre problemas de atención y aprendizaje a los 14 años y los hábitos de ver la televisión. Sólo dos de estos análisis insinúan que existe una relación. «Los resultados sugieren que aunque los jóvenes con problemas de atención o de aprendizaje pueden estar más tiempo viendo la televisión que los que no los tienen, esta tendencia no explica la preponderancia de la relación entre las horas que ven la televisión los adolescentes y las dificultades de atención y aprendizaje durante esa época», dicen los investigadores.

Se ha constatado que en los países desarrollados los niños y adolescentes ven como media dos o más horas de televisión diarias, de las cuales el 90% del tiempo se dedican a programas de entretenimiento y generalistas. Los investigadores sugieren que estos programas pueden contribuir a los problemas en la enseñanza porque roban tiempo que se debería de dedicar a hacer los deberes y a leer, porque requieren poco esfuerzo intelectual, causan problemas de atención y contribuyen a un mayor desinterés respecto a la escuela. En niños menores de 14 años también ha habido estudios anteriores, especialmente uno de 2004, que han llegado a conclusiones parecidas, pero en adolescentes éste es de los primeros y más concluyentes.

El estudio ha sido dirigido por Jeffrey G. Johnson, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Columbia y publicado en la revista Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine, del grupo JAMA. Las 678 familias participantes vivían en el Estado de Nueva York. Se obtuvieron datos tres veces entre 1983 y 1993, cuando los niños tenían una edad media de 14, 16 y 22 años. Entre 2001 y 2004, cuando llegaron a los 33 años, ellos mismos proporcionaron datos sobre su educación secundaria, si la habían terminado o no, y si habían ido a la universidad o no.

Y LOS BEBÉS

Junto al estudio sobre los hábitos de televisión de los adolescentes y sus consecuencias se ha publicado otro también novedoso que se centra en niños menores de dos años. Se ha encontrado que el 40% de los bebés de tres meses y el 90% de los niños de dos años o menos ven de forma habitual programas de televisión y vídeo en EEUU. «Existen razones teóricas y empíricas para creer que los efectos de la exposición de los bebés a estos medios sobre su desarrollo son más adversos antes de los 30 meses de edad que después», explican los autores, dirigidos por Frederick J. Zimmerman.

También recuerdan que otros estudios han mostrado que los programas que se ven a esta edad y el hecho de que se vean en solitario o en compañía de un padre o madre influye en el desarrollo del vocabulario del niño. La investigación ha mostrado que los padres dejan que sus hijos vean la televisión o vídeos a esa edad porque creen que es una actividad educativa o buena para el desarrollo cerebral (un 29%), que los bebés se divierten y relajan (un 23%) o que les deja tiempo a ellos para hacer cosas mientras el niño se entretiene (un 21%).
La edad media de iniciación a ver la televisión o vídeos es a los nueve meses, y como media los bebés ven 40 minutos diarios, aunque los más pequeños ocupan menos tiempo en esta actividad que los mayores. Aproximadamente la mitad del tiempo ven programas infantiles educativos y la otra mitad se reparte entre programas infantiles no educativos, vídeos infantiles y programas para adultos.

Fuente de informacion: http://www.consumer.es/web/es/salud

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jueves, 5 de julio de 2007

Nuevos estudios sobre el aspartamo

Un nuevo trabajo reabre la polémica del aspartamo y, a la luz de los resultados, los expertos reclaman una revisión de la actual normativa sobre el edulcorante
5 de julio de 2007
MERCÈ FERNÁNDEZ

Un trabajo publicado en la revista Environmental Health Perspectivas, editada por los Institutos Nacionales de la Salud de EEUU, vuelve a reabrir la polémica del edulcorante aspartamo. Los autores, un equipo de la Fundación Ramazzini de Oncología, con sede en Italia, afirman que este edulcorante, que está presente en numerosos productos, es un potente agente cancerígeno y que los nuevos resultados confirman sus trabajos anteriores.

El tema no es nuevo. A finales de 2005, la Fundación Ramazzini publicó un estudio que se presentó como la primera demostración experimental de los efectos carcinogénicos multipotenciales del aspartamo administrado en la comida de ratas Sprague-Dawley. En aquella ocasión, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas inglesas) pidió a los autores toda la información relativa al experimento a fin de poder realizar una evaluación a fondo. Y es que una de las conclusiones de aquel trabajo era que los efectos cancerígenos eran visibles a partir de una dosis diaria de 20 miligramos por kilogramo de paso, muy por debajo de la dosis establecida como segura por las autoridades sanitarias europeas (40 miligramos por kilogramo) y estadounidenses (50 miligramos por kilogramo). La EFSA concluía, en una revisión dada a conocer unos seis meses después, que el trabajo presentaba problemas de diseño y que no había evidencias sólidas de los efectos cancerígenos del aspartamo.

Reclaman una revisión de la normativa

Sin embargo, el nuevo estudio vuelve a despertar la preocupación de algunos sectores. Los autores han experimentado con un grupo de 70 hembras y 95 machos de ratas Sprague Dawley, a las cuales se les ha administrado con la comida dosis de aspartamo de 2.000 o de 400 ppm (partes por millón), lo equivalente a un consumo diario de aspartamo de 100 o 20 miligramos por kilo de peso, y desde el decimosegundo día de vida fetal hasta su muerte natural.

Los resultados, dicen los autores, son un significativo aumento de la incidencia de tumores malignos, leucemias y linfomas en todos los animales y un aumento de cáncer de mama en todas las hembras. Los efectos cancerígenos, dicen los autores, se han visto especialmente en los animales tratados con dosis de 2.000 ppm. Además la exposición prenatal acelera la aparición de los tumores. A la luz de los resultados, dicen, «creemos que no puede ser retardada una revisión de la actual normativa sobre el aspartamo». La revisión es particularmente urgente, añaden, en el caso de las bebidas que contienen aspartamo y que son consumidas ampliamente por los niños.

Primeras reacciones

Hasta el momento de cerrar este artículo, la EFSA no ha emitido ningún comunicado. Un portavoz de la FDA, la autoridad estadounidense en materia de alimentos y fármacos, ha comunicado a través de los medios de comunicación que estaban valorando la noticia y que no encuentran razones para alterar su conclusión previa de que el aspartamo es seguro en su uso general como edulcorante en los alimentos. El estudio no es consistente, ha dicho la FDA, con el gran número de trabajos evaluados por la FDA, incluyendo estudios de carcinogenicidad. No obstante, también en EEUU, un portavoz de la asociación de consumidores Centro para la Ciencia de Interés Público (CSPI) ha pedido a la FDA que revise urgentemente el artículo.

En la revisión del trabajo anterior de la Fundación Ramazzini, la EFSA concluyó que el incremento de linfomas y leucemias no era debido al aspartamo sino probablemente a que las ratas seleccionadas para el experimento sufrían «cambios inflamatorios en el pulmón y en otros órganos, incluso en los grupos de control que no recibieron aspartamo». La inflamación predispone al desarrollo de tumores y seguramente esa era la causa más probable, explicaron los expertos de la EFSA. Tampoco hallaron una relación dosis-respuesta consistente. Los animales del primer experimento, habían recibido dosis diarias de aspartamo de 5.000, 2.500, 500, 100, 20 y 4 miligramos por kilo de peso, y había muy poca diferencia de incidencia de tumores entre animales de dosis más altas y animales de dosis más baja.

Por otro lado, explicaba la EFSA en su informe de 2006, los tumores y lesiones precancerosas halladas en riñones, uretras y vejigas de las ratas no son relevantes para los humanos, ya que son debidas a compuestos químicos irritantes y son específicas de las ratas. Los expertos también señalaron en aquella ocasión que el número de tumores que aparecieron en nervios periféricos de las ratas era «bajo y sin una relación clara dosis-respuesta».

FORMALDEHÍDO, EL SOSPECHOSO HABITUAL

El aspartamo, un edulcorante 200 veces más dulce que la glucosa, es uno de los más utilizados en la industria de la alimentación. Se calcula que supone el 62% del volumen del mercado internacional de edulcorantes y que está incorporado en unos 6.000 productos en todo el mundo, especialmente en productos que no son estrictamente alimentos. Desde bebidas sin azúcar, postres, chicles y chucherías diversas hasta medicamentos o pastillas para la tos.

¿Hay razón para la sospecha de que el aspartamo es cancerígeno?

El principal sospechoso es uno de sus metabolitos, el formaldehído. El aspartamo se metaboliza en el tracto intestinal en tres compuestos, acido aspártico, fenilalanina, y metanol. Estos, a su vez, se descomponen en otros: el ácido aspártico se transforma en alanina y oxaloacetato, y la fenilalanina se tranforma en tirosina, feniletilamina y fenilpiruvato. El metanol, por su parte, se transforma en formaldehído y ácido fórmico.

El formaldehído está clasificado como cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde el año 2004, después de hallarse evidencias suficientes de la implicación de este compuesto en el caso de cáncer nasofaríngeo en humanos, evidencias limitadas en el caso de cáncer nasal y paranasal, y evidencia «fuerte pero no suficiente» en el caso de leucemias. Sin embargo, las evidencias se encontraron en caso de exposición ambiental.

En el caso del aspartamo, los expertos siempre han apuntado sus dudas porque si el aspartamo ya se pone en cantidades muy pequeñas, porque es un edulcorante muy potente, entonces la cantidad de formaldehído generada en el proceso de metabolización es todavía más pequeña. Algunos estudios han calculado que la ingesta media europea de aspartamo es de no más de 10 miligramos por kilo de peso, y que en los casos más extremos, los consumidores que más aspartamo tomarían llegarían a los 20-25 miligramos por kilo de peso.

FUENTE: http://www.consumaseguridad.com

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miércoles, 4 de julio de 2007

El chocolate oscuro baja la presión arterial


Se necesitarían seis gramos diarios de chocolate oscuro para bajar la presión arterial

Miércoles 4 de julio de 2007.-Noticas de Ciencias/Salud La Nación

CHICAGO (AP).- Hay buenas y malas noticias para los adictos al chocolate: el chocolate oscuro parece ayudar a bajar la presión, pero se necesita apenas una pequeña dosis para lograrlo, sugiere un reciente estudio. Esta nueva investigación que se hizo en Alemania se suma a una lista de evidencias que parecen indicar que el chocolate oscuro tiene beneficios para la salud, pero es el primero que sugiere que se necesita apenas una cantidad pequeña para lograr los beneficios.

Los voluntarios que participaron en el estudio consumieron apenas seis gramos de chocolate oscuro diariamente durante casi cinco meses. Las personas que consumieron esa cantidad terminaron con resultados más bajos de presión arterial que las personas que consumieron chocolate blanco.

El investigador de la alemana Universidad de Colonia, Dirk Taubert, principal autor del estudio, indicó que las reducciones de la presión arterial de los voluntarios fueron pequeñas, pero lo suficientemente sustanciales como para reducir potencialmente los riesgos de sufrir enfermedades cardiovasculares, aunque los voluntarios del estudio no recibieron un seguimiento suficiente para lograr medir esos efectos.

El estudio clínico fue conducido en 44 adultos de entre 56 y 73 años, 24 mujeres y 20 hombres, de enero de 2005 a diciembre de 2006, que sufrían de prehipertensión o hipertensión. Los participantes fueron divididos en dos grupos: el primero comió todos los días durante 18 semanas 6,3 gramos de chocolate negro que contenía 30 miligramos de polifenol y el segundo una cantidad equivalente de chocolate blanco desprovisto de esta sustancia.

El cacao contiene flavonoides, complejos vegetales a los que se les atribuyen beneficios de corazón saludable. También se los puede encontrar en el vino tinto.

Sin embargo, el problema con las barras de chocolate que contienen cacao es que suelen tener muchas calorías, por ello Taubert y sus colegas experimentaron con pequeñas cantidades que contemplaban un total de 30 calorías.

El nuevo estudio se publica en la edición del hoy de la revista Journal of the American Medical Association , publicación científica de la Asociación Médica Americana. El estudio fue patrocinado por el Hospital Universitario de Colonia, Alemania.