domingo, 30 de agosto de 2009

Psicología del envejecimiento humano

A medida que transcurre la vida, el ser humano atraviesa diversas etapas (niñez, adolescencia, adultez) en forma sistemática y cada una de ella va dejando huellas, psíquicas y físicas

La clave en esta secuencia se halla en el paso del tiempo, variable central de todos nuestros cambios en la vida. Nuestro organismo es una compleja maquinaria de relojería, responsable del ciclo de funciones tales como, sístole-diástole, inspiración/expiración, sueño/vigilia, peristaltismo intestinal, menstruaciones, hibernaciones y demás.
Sin embargo, el organismo solo “mide” el tiempo, pero no lo crea ni lo explica.
El tiempo es implacable, parecería caminar lento, pero cuando nos damos cuenta, se nos ha pasado la vida, el tiempo voló y nuestro espacio de vida, se fue para siempre.
Los chinos dicen que "el secreto de la victoria es saber de antemano", esto es, en la vida hay que “pre-veer” o lo que es lo mismo, “ver antes de que ocurran los hechos”. Si nos entrenaran desde niños en este arte, estoy seguro, nos ahorraríamos muchos problemas en la vida.
La forma de medir el tiempo varía de acuerdo a la etapa de nuestra vida, para el niño el tiempo pasa lento, parece que no avanza, mientras que para el viejo, va demasiado de prisa.
Nuestra mente guarda en los casilleros de la memoria, todos los hechos que ocurren en nuestro alrededor, es un registro inconsciente y conforma el bagaje de la experiencia. La vejez o senectud, es una etapa de la vida, que va desde el momento en que el organismo cesa de reproducirse, hasta que muere.
La senilidad nos ocasiona mala vista, articulaciones esclerosadas, corazones infartados, glándulas atrofiadas, dentadura estropeada y sistemas inmunitarios que ya no pueden evitar que los microorganismos nos invadan y desencadenen infecciones graves. Sin embargo, lo más estresante son los impactos psicológicos: desengaños, frustraciones, decepciones, traiciones, envidia, celos, desengaños y lo más triste de todo, es que ni los recursos tecnológicos actuales, no lograrán evitar nuestra muerte.
La vejez satisfactoria depende de mantener un modo de amar y crear, de guardar cierta imagen de sí mismo
Y así la vejez es la suma de la senectud biológica y de las consecuencias psíquicas, del percatarse de que la muerte se va acercando.
Se da de maneras diferentes en los distintos sujetos y está ligada a la forma en que se había encarado previamente la vida, el trabajo, las relaciones emocionales y los intereses.
El adulto que envejece se ve forzado a encarar la incertidumbre profesional y social, la variabilidad o desaparición de los afectos y la fragilidad de las relaciones con sus semejantes. En la vejez disminuye significativamente la capacidad física, se pierde el trabajo, la posición económica, mueren amigos y familiares, pérdidas que se viven con gran dramatismo, el tiempo subjetivo se acorta sensiblemente, sobre todo en los periodos largos como estaciones o años, hay conciencia de una mayor cercanía de la muerte.
No sólo se es viejo, sino que además se siente uno viejo, lo tratan como a un viejo y ve que sus contemporáneos mueren porque son viejos.
La vejez satisfactoria depende de mantener un modo de amar y crear, de guardar cierta imagen de sí mismo, de ser capaz de gozar de la existencia a pesar de los sufrimientos que ocasionan las separaciones y los golpes al narcicismo: el ser humano se enfrenta con la ambivalencia entre el deseo de vivir y la tendencia a abandonarse y dejarse morir.
Si el anciano se aísla emotivamente y olvida los proyectos que antaño le fueron significativos, se apagará su deseo de vivir. También es importante que retenga o establezca vínculos con objetos externos.
Cuidarse suprimiendo todo lo agradable (sexualidad, comida, bebida) tal vez baje el colesterol y los triglicéridos, pero también baja el entusiasmo por la vida.
Los científicos y filósofos, al meditar sobre el significado de la vida, fueron aniquilando sistemáticamente todo fundamento de la idea de que haya una vida ulterior a la muerte. Hoy estamos pasando de antiguas culturas para las cuales el sentido de la vida lo daban sus grandes religiones, a culturas modernas cuya filosofía y cuya ciencia no le encuentran sentido alguno y que incluso llegan a afirmar que el mero preguntar por el sentido es en sí un síntoma de enfermedad.
La forma de medir el tiempo varía de acuerdo a la etapa de nuestra vida, para el niño el tiempo pasa lento, parece que no avanza, mientras que para el viejo, va demasiado de prisa
Con todo, enfermo o no, el ser humano se pregunta constantemente por el significado o por el sentido de la vida y surge entonces la posibilidad de que, aunque no lo otorgue Dios, ni surja durante la evolución de la materia en el Cosmos, ni la de la vida en el planeta, el hombre se lo pueda conferir a su propia vida.
Actualmente se pone mucho énfasis en la “felicidad” y así se mide cuan felices son unas pocas naciones en el planeta y cuan infelices son la mayoría de habitantes en los países subdesarrollados. Últimos estudios muestran que las respuestas están muy poco relacionadas con la edad, el nivel social, el estado civil e incluso el estado económico.
El sentirse uno, feliz o no, está más bien ligado a un estado subjetivo. Lo que sí se ha comprobado es que las personas infelices, o que así se sienten, tienen una susceptibilidad mucho mayor a enfermedades y el curso de estas suele ser más largo y menos satisfactorio. De modo que existe una correlación muy clara entre felicidad y duración de la vida.
No nos queda más a los mayores de 60 años, que vivir nuestro envejecimiento con dignidad y sabiduría y esta consiste básicamente en aceptar la realidad (“la vida se nos fue”) y aprovechar cada instante de la vida que nos queda, en realizarnos, ser felices, de ser posible, hacer lo que no hicimos antes y tratar de no torturarnos por el más allá.
Si nuestra angustia por la muerte es enfermante, entonces refugiarnos en el bálsamo de alguna religión (cualquiera, todas son buenas) y lograr la paz. Sin duda, envejecer bien, es un arte, que debería ser enseñado desde la infancia. Una vejez con salud y sin discapacidad, no se construye desde los 50 años en adelante, sino desde la infancia.
FUENTE http://ec.globedia.com/psicologia-envejecimiento-humano
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viernes, 7 de agosto de 2009

La música, una versátil arma terapéutica

Entrevista con el terapeuta Clive Robbins
La música, una versátil arma terapéutica
Además de su ya conocido uso en autismo, hoy es utilizada en múltiples escenarios, que van desde bebes prematuros al Parkinson

Noticias de Ciencia/Salud: anterior siguiente Domingo 24 de mayo de 2009
Sebastián A. Ríos LA NACION

Nadie puede ser completamente indiferente al poderoso y magnético influjo de la música. Eso es lo que surge de las palabras del doctor Clive Robbins, uno de los musicoterapeutas más relevantes del mundo, cocreador del abordaje terapéutico Nordoff-Robbins, que plantea que todas las personas, incluso las más discapacitadas, poseen una sensibilidad musical que puede ser utilizada para estimular su crecimiento y desarrollo.
"La música es enormemente versátil como medio de terapia, pues actúa en niveles muy distintos. Puede trabajar físicamente, puede trabajar sobre lo cognitivo, a través de las emociones, puede establecer un diálogo interactivo, hacernos mover, puede hacernos pensar", comentó Robbins a LA NACION, que visitó esta semana la Argentina para participar del Simposio Internacional de Musicoterapia y Neuropsiquiatría Infantil.
"Si bien su aplicación es conocida en niños con necesidades especiales, en geriatría y en psiquiatría, ha crecido su uso en el área médica en todo el mundo, y actualmente reciben servicios de musicoterapia desde bebes prematuros hasta adultos mayores, pasando por niños y adultos con diferentes diagnósticos", comentó la licenciada Marcela Lichtensztejn, jefa del Servicio de Musicoterapia del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), que organizó el simposio.
"Tratamientos para el dolor, oncología, neonatología, maternidad, recuperación posquirúrgica, rehabilitación neurológica y la lista sigue. Incluso se utilizan los beneficios de la música para reducir dosis de anestesia o para ofrecer estimulación y calidad de vida a personas en estado de coma", completó Lichtensztejn.
El abordaje terapéutico desarrollado por Robbins junto con su colega, el pianista Paul Nordoff, propone un papel activo para el paciente: el musicoterapeuta no hace música para el paciente, sino con el paciente. Y no hace falta saber nada de música para verse beneficiado con su enorme potencial terapéutico. "El tipo de trabajo que hacemos es llamado «musicoterapia creativa», porque está basado mayormente en la improvisación", explicó Robbins. Improvisación e investigación
Pero detrás de la creatividad artística que utiliza como herramienta de trabajo el abordaje Nordoff-Robbins, se encuentra una sólida base científica con años de investigación financiados por el Departamento de Salud de los Estados Unidos, que dieron como resultado un método para la planificación del tratamiento, pero también para la investigación clínica en musicoterapia.
"Cada sesión debe ser grabada, y luego debe ser analizada cuidadosamente, antes de plantear la siguiente sesión. Lo importante es tener la libertad para improvisar, pero luego el tiempo para observar lo que uno ha hecho, y hasta dónde el niño [el paciente] ha llegado -dijo Robbins-. Lo que hacemos es utilizar la improvisación musical como una especie de radar que nos permite ver dónde se encuentran las respuestas y qué se puede hacer con ellas."
"Esta metodología de trabajo ha permitido realizar estudios que aportan evidencias clínicas de los resultados de los tratamientos", agregó Lichtensztejn, directora del posgrado de Musicoterapia y Neurología de la Fundación Favaloro.
"Hoy hay estudios sobre la sincronización rítmica y el movimiento en personas con Parkinson, precisamente para mejorar la anticipación, iniciación y ejecución motriz; estudios sobre la utilización del canto para estimular o recuperar el habla; estudios que evidencian los beneficios del uso de la música con bebes prematuros para estimular el desarrollo".
Así, de la mano de una investigación científica cada vez más sólida, el campo de trabajo de la musicoterapia se ha ampliado hasta lugares impesados. Robbins citó, por ejemplo, el caso de un hombre en coma que despertó tras un tratamiento de musicoterapia.
"Lo único que podía hacer era respirar, y el terapeuta simplemente le cantaba al ritmo de su respiración, muy suavemente. Al cabo de unas pocas semanas, comenzó a mover las manos, a abrir los ojos; pero lo destacable es que, una vez recuperado, recordó haber oído la voz de alguien que lo quería ayudar, que quería llegar a él a través de la música."
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