Cómo afecta nuestra salud el contacto cotidiano con más de 75.000 sustancias químicas artificiales
LONDRES.- Hoy uno puede estar expuesto a alrededor de 75.00 químicos artificiales. A lo largo de todo el día se los respira, se los absorbe a través de la piel y se los ingiere en las comidas. Vivir dentro de esta sopa química es un efecto colateral del siglo XXI. La pregunta es: ¿nos está haciendo daño?
Hay buenas razones para pensar que sí. No por la acción individual de cualquiera de ellos, sino por la manera como los efectos de diferentes componentes se combinan una vez que ingresan en nuestro organismo. A medida que se recogen evidencias de que este "efecto cóctel" es real, las agencias reguladoras están repensando la manera en que debemos medir los efectos de las mezclas sintéticas en nuestra salud.
Los ambientalistas hace mucho que advierten sobre este peligro, pero hasta hace poco no había evidencias sólidas que confirmaran sus temores. Los tests de toxicidad se han estado haciendo sobre el análisis químico por químico. El camino para medir los efectos de las mezclas complejas es largo y no lograrlo es peligroso.
"Cuando a uno le dan una receta, el médico le pregunta qué más está tomando, porque se preocupa por las interacciones entre las drogas, que pueden ser devastadoras", dice Shanna Swan, directora del Centro de Epidemiología Reproductiva de la Universidad de Rochester en Nueva York.
Esto también sucede con químicos como los pesticidas y los disruptores endocrinos, agrega. "Hay que considerar sus interacciones y estamos comenzando a hacerlo." Para establecer el riesgo que suponen esas mezclas, un pequeño número de científicos de Europa y Estados Unidos están probando preparaciones químicas sobre levaduras, pescado y ratas. Los efectos podrían ser aditivos, o sinérgicos, es decir, mayores que la suma de las partes.
Otros investigadores están explorando la relación entre enfermedades en humanos y la exposición anterior a grupos de químicos. Andreas Korttenkamp, toxicólogo ambientalista de la Universidad de Londres, estudia los efectos de estas mezclas luego de advertir un aumento en desórdenes endocrinos. En los hombres hubo aumento de malformaciones congénitas, como la hispospadia, en la cual la uretra está en el lado erróneo del pene. Hubo también un aumento del cáncer testicular y menor cantidad en el recuento de esperma. En las mujeres hubo más casos de cáncer de mama y de ovario poliquístico.
Estos aumentos presentan un enigma a los investigadores. Cuando examinaron a personas con estos desórdenes y a sus madres encontraron que tenían muy bajos niveles de químicos de los conocidos por causar esos efectos. Esto llevó a Kortenkamp a sospechar que las mezclas eran el enlace que faltaba. Se preguntó si los efectos de diferentes químicos al actuar a través del mismo camino bioquímico podían sumarse al proceso. Su equipo se concentró en los xenoestrógenos, compuestos que interrumpen la actividad del estrógeno e inducen al desarrollo de las características sexuales femeninas.
Altos niveles de xenoestrógenos en el ambiente han demostrado que feminizan a los peces machos y llevaron a Kortenkamp a descubrir que si las dosis de todos estos químicos eran simplemente agregadas juntas, luego de modificar las potencias que varían, esta nueva dosis acumulativa podría ser usada para predecir el efecto, un principio llamado "dosis de adición".
Intuitivamente esto tiene sentido, dice: "Cada componente de la mezcla contribuye a ese efecto, no importa lo pequeño que sea".
Earl Gray, un ecotoxicólogo de la división de toxicología reproductiva de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, también lo intentó exponiendo a ratas preñadas al vinclozolin y a la procimidona. Cuando lo hicieron con compuestos individualmente, tampoco vieron efectos. Pero cuando combinaron los dos, la mitad de los machos nacieron con hipospadia. Gray llama a este fenómeno "la nueva matemática": cero más cero es igual a algo.
Problemas regulatorios
Todo esto acarrea problemas a las agencias de regulación de todo el mundo. Los gobiernos generalmente no tienen en cuenta los efectos aditivos de diferentes químicos, con la excepción de las dioxinas, que se acumulan en niveles peligrosos y afectan las hormonas del cuerpo, y algunos pesticidas. Las afirmaciones de riesgo se hacen, mayormente, sobre un químico por vez.
Aun así la regulación no es un tema simple. Primero es necesario saber la potencia del químico, identificar qué tejidos daña y establecer si una determinada población podría estar expuesta a otros químicos que podrían dañarla en esos mismos tejidos. Si se suma el efecto cóctel, es todavía más difícil.
"Es un escenario regulatorio muy difícil -admite Gray-. En este punto la ciencia es más fácil de aplicar que un marco regulatorio."
Además, con muchas mezclas es casi imposible descubrir hasta qué punto lo estamos logrando. El disruptor dietilftalato, por ejemplo, se escapa fácilmente de los plásticos y está en muchos productos diferentes, desde los cepillos de dientes hasta los juguetes y en los envases de cosméticos y en drogas, de manera que sería dificultoso descubrir la exposición adicional de todas las fuentes, afirma Gray.
Esto hace que sea engañoso investigar los posibles enlaces entre mezclas químicas y las enfermedades. "Todo el mundo está expuesto a los químicos, incluso la gente que vive en el Artico", dice John Sumpter, ecotoxicólogo de la Universidad Brunel de Londres.
"No podemos ir a un grupo con una mezcla de químicos desagradables y luego a otro que no tuvo exposición y comparar sus tasas de riesgo de cáncer de mama o de recuento de esperma. Estamos haciendo un experimento científico al dejar que esos químicos se acumulen en nuestros cuerpos, la sangre y en la vida silvestre."
Es por eso que algunos investigadores sugieren nuevas formas de analizar los efectos de las mezclas químicas en el cuerpo. Por ejemplo, en lugar de tratar de identificar los niveles individuales de xenoestrógenos en la sangre de un paciente, sería más efectivo tomar muestras de suero y determinar la "carga de estrógenos" que el cuerpo recibe de una variedad de fuentes diferentes y examinar la muestra en el laboratorio sobre células sensibles al estrógeno.
"Podría funcionar bien como herramienta para identificar a la gente con problemas potenciales", asegura Linda Birnbaum, directora de la división de toxicología experimental de la Agencia de Protección Ambiental. Luego, por ejemplo, se pueden hacer cócteles de alimentos, agua y otros productos de la vida de la persona para intentar identificar la fuente de los químicos.
Nos guste o no, los químicos están entre nosotros. "La gente no puede quitar los ftalatos, por ejemplo, del aire, agua o alimentos", asegura Swan. "Mucha gente no tiene la información o el dinero para hacer estas cosas." Un acercamiento más productivo podría ser decir a la gente cómo limitar la exposición a las sustancias dañinas y solicitar el etiquetado a los fabricantes. "Necesitamos poner mucho dinero para imaginarnos lo que estas cosas hacen en escenarios reales y tomar acciones regulatorias", agrega. "Así como limitamos el humo del cigarrillo, tendremos que limitar otras exposiciones."
Por Bijal Trivedi
De New Scientist
Traducción: María Elena Rey
Fuente original: http://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=942347&origen=premium
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